¿Cuál apocalipsis es más probable?

¿Cuál apocalipsis es más probable?

Un verano más la cartelera esté repleta de futuros deprimentes y abominables en los que el Mundo ha Terminado; desde Oblivion a After Earth pasando por World War Z o Elysium, donde la civilización es apenas un recuerdo. A Hollywood le encanta acabar con el planeta, o al menos con la civilización. Es una forma fácil de cerrar una historia, o de empezarla, y un macguffin fantástico: ¿qué apuesta puede haber más alta para motivar al héroe que la supervivencia del planeta?

Por eso el apocalipsis ha llegado con deprimente frecuencia a nuestras pantallas de cine, y a nuestros juegos de ordenador. Tanto, que tiene su propia abreviatura: TEOTWAWKI (The End Of The World As We Know It, el fin del mundo tal y como lo conocemos), que REM convirtió en pegadiza canción. Pero de las diferentes variantes de Fin del Mundo que nos ofrece la ficción, ¿cuál es más probable, y cuál menos? Abróchense los cinturones; nos daremos un paseo por los apocalipsis del cine de menor a mayor probabilidad.

Frankenstein: nuestras obras se nos rebelan
En El Planeta de los Simios son chimpancés y en la trilogía de Matrix, la serie Terminator o Battlestar Galactica son robots, pero el esquema es el mismo: cegados por nuestra arrogancia creamos nuevas formas de vida artificiales a las que maltratamos hasta transformarlas en enemigos que se rebelan contra nosotros, sus creadores.





Un modelo similar es el de la Singularidad; un avance en inteligencia artificial crea una máquina capaz de reprogramarse aumentando su propia inteligencia, lo que provoca una explosión exponencial y la aparición de una entidad asimilable a un dios de sabiduría infinita, que acto seguido procede a intentar acabar con nosotros. Es el Síndrome de Frankenstein; el desarrollo tecnológico convertido en enfermedad. Dependemos de nuestras creaciones, pero en el fondo no nos fiamos de ellas. Y lo demostramos en el cine.

En todos los casos la idea bordea la estupidez artificial. ¿Para qué querría una máquina terminar con la especie humana, o reemplazarla? Robots hiperinteligentes (o controlados por un ordenador hiperinteligente) no tendrían problema alguno en protegerse de nuestros débiles esfuerzos por destruirlos. Si una entidad de inteligencia sobrehumana decidiera acabar con nosotros, poco podríamos hacer. Pero esto no es probable.

Para una inteligencia verdaderamente superior no seríamos más que hormigas, o protozoos; que pudiésemos atacarla sería impensable. Y tomarse la molestia de acabar con nosotros no tendría sentido; ¿para qué gastar energía y atención en tan poca cosa? Sobre todo habiendo tantos misterios por descubrir y tanta energía que capturar en el Universo.

La explicación que da la serie de Matrix a esta paradoja es particularmente ridícula: hay muchos métodos mucho más eficientes de captar energía robar electricidad o calor a cuerpos humanos mantenidos en hibernación a los que se alimenta con una realidad virtual. Geotérmica, solar, nuclear, mareomotriz; abundan las alternativas más rentables. Las máquinas de Matrix no son muy listas.

La manía parricida de todos los ‘monstruos de frankenstein’ es una construcción humana que no tendría por qué heredar una inteligencia artificial. ¿Para qué acabar con o ser como los humanos, cuando puedes ser mucho más? Como explicaba el Hermano Cavill en Battlestar Galactica escoger ser humano cuando puedes ser una máquina inmortal capaz de experimentar el universo de forma mucho más plena carece de sentido.

De hecho si alguna vez conseguimos crear un ser mucho más inteligente que nosotros lo que deberemos temer es su indiferencia. Por mucho que nos creamos no estaremos a la altura de despertar su odio.

Nivel en la Escala Apocalíptica: 10 (altamente improbable).

La Tierra no es tan especial
Otra idea improbable es la invasión extraterrestre, tantas veces descrita con tanto detalle. Desde La Guerra de los Mundos a Señales, desde Independence Day a Battlefield Earth, Oblivion o After Earth la idea es siempre la misma: unos extraterrestres malosos quieren nuestro planeta. Y lo quieren con tal intensidad que están dispuestos a acabar con todo el que se ponga en su camino para obtenerlo. Ya sea por el agua, simplemente por su atmósfera o por la posibilidad de convertir en comida a sus habitantes (nosotros) la Tierra resulta tener un desmesurado atractivo; no para nosotros, que vivimos aquí, sino para unos tipos que tienen tecnología capaz de cruzar distancias siderales.
Lo cual, si nos paramos a pensarlo, es absurdo. Nuestro planeta, ay, no es tan especial.

La idea de que los ETs vengan porque nada les gusta más que devorar nuestras carnes prietas es ridícula: lo más seguro es que la bioquímica de un extraterrestre fuese incompatible con devorarnos. Lo mismo se aplica a nuestra biosfera: lo que para nosotros es un paraíso sería completamente inútil para un ser inteligente basado en otra química. La idea de esclavizar a una especie levantisca para ponerla a trabajar en condiciones de baja tecnología no tiene sentido económico: mejor construir un ejército de esclavos robot.

Por su parte los recursos minerales que hay en nuestro planeta son más económicos de extraer en otros lugares, como asteroides, que además carecen de defensores que exterminar. Lo mismo ocurre con el agua, motor de tantas invasiones del Planeta Azul. Que sepamos, nada de lo que hay aquí es único.

Así que aparte de postular un misterioso ‘Unobtainium’ (mineral o recurso imaginario pero vital para mover la trama) la Tierra simplemente no es tan especial. Si puedes moverte por el universo invadir planetas habitados no tiene sentido. Una cosa es que sean malos, y otra que sean bobos. Y las especies bobas no cruzan el espacio.

Nivel en la Escala Apocalíptica: 9.

Los tiempos de la peste
La posibilidad de que una epidemia de origen natural acabe con la Humanidad, o al menos con la civilización, es otra constante amenaza. La ciencia ficción confía en las epidemias desde La Amenaza de Andrómeda al reciente videojuego The Last of Us o todas las películas de zombies, en el fondo una epidemia como deja bien claro la reciente World War Z. Pero de esto tenemos datos. Y es muy difícil que una epidemia nos ultime.

Para empezar un parásito, y todos los patógenos lo son, no desea aniquilar a su especie huésped, porque hacerlo sería un suicidio. Por otro lado cuando hay muchos ejemplares del organismo infectados (y hay 7.000 millones de nosotros) hay individuos con resistencia a la infección por puro azar. Es por eso que la mortalidad de las epidemias nunca alcanza el 100%.

Una de las mayores epidemias conocidas fue la Peste Negra que barrió Europa en el siglo XIV, aunque la enfermedad ya había aparecido en el siglo VII y seguiría reapareciendo hasta casi el XX. En sus varias oleadas llegó a causar mortalidades de hasta el 50% en la Europa Mediterránea; en áreas concretas hasta el 75% de la población murió. La demografía europea quedó irreversiblemente modificada, y los niveles de población no se recuperaron hasta 150 años después.

Estuvo a punto de ser TEOTWATKI, pero no lo fue. Entre el 25 y el 80% de la población, según áreas, no enfermó, o sobrevivió. Ha habido al menos tres grandes oleadas de peste en Europa a lo largo de los dos últimos milenios, pero Europa no desapareció. Los patógenos naturales no actúan así.

Lo mismo pasó en América con la llegada de los conquistadores: sucesivas oleadas de enfermedades infecciosas barrieron el continente durante décadas. En algunas regiones murió cerca del 90% de la población; estudios recientes indican que a las enfermedades de origen europeo se sumaron otras autóctonas, más mortíferas debido a las malas condiciones sanitarias. Fue una masacre provocada por patógenos nuevos.

Y sin embargo no acabó con los indios, y ni siquiera con las grandes estructuras políticas de aquellos países: fueron los conquistadores quienes lo hicieron. Las epidemias no barrieron a las poblaciones indígenas por completo, igual que la Gripe española que se extendió después de la Primera Guerra Mundial una epidemia natural podría causar muchos millones de muertos y cambiar el futuro para siempre. Pero no es probable que acabase con la civilización.
Nivel en la Escala Apocalíptica: 8.

Un pequeño golpecito para el Universo
Epidemias quizá no, pero sabemos que la naturaleza puede por sí sola acabar con nosotros y todo lo que representamos. Incluso ideas tan estúpidas como El Día de Mañana (y su congelación instantánea), 2012 (y sus neutrinos fundiendo el planeta) o Sunshine (y su Sol que se apaga) tienen correlatos naturales: la Tierra ha sido un planeta de hielo en el pasado, y podría volver a serlo. Los continentes se mueven, y el Sol ha cambiado de luminosidad y volverá a hacerlo. Lo idiota de estas ideas no es lo que pasa, sino la velocidad a la que ocurre; este tipo de sucesos tardan millones de años, no días. Aunque ocurriese, nos podríamos extinguir 10 veces por otras causas.

Lo que sí podría arruinarnos el día en un minuto, y ocurrirá tarde o temprano, es el escenario Armageddon: el asteroide o cometa de gran tamaño que aterriza sin permiso. Esas cosas ocurren; nuestra Luna nació de una megacolisión titánica, y tenemos certeza de numerosos impactos que ya han provocado TEOTWAWKI en nuestro planeta. Al menos para los dinosaurios.

Hace 60 millones de años algo nos golpeó, quizá en lo que hoy es la costa del Yucatán. No era muy grande en comparación con muchos asteroides, apenas una decena de kilómetros, pero sin embargo acabó con una estirpe animal que llevaba dominando el planeta desde hacía 100 millones de años (al menos).

Un impacto de este nivel nos haría bastante pupita, y uno de un objeto más grande podría acabar con toda la vida en la Tierra. Y las estadísticas sugieren que es sólo cuestión de tiempo. Sabemos que ha ocurrido, y sabemos que volverá a ocurrir. La cuestión es que los intervalos de tiempo son enormes: desde el impacto del fin del Cretácico ha habido otros, pero mucho más pequeños.

En este caso los tiempos se miden en decenas o centenares de millones de años. Es seguro que tarde o temprano lloverá muerte del cielo, pero podría ocurrir dentro de 10 millones de años, o mañana. No podemos saberlo con certeza, pero la probabilidad de que nos pille a nosotros personalmente es muy baja. No debe mantenernos despiertos.

Lo mismo pasa con otras explicaciones invocadas para explicar grandes mortandades del pasado. Una concatenación de explosiones volcánicas podría oscurecer la atmósfera durante décadas, dejándonos sin cosechas y sin comida, vagando por las ruinas como en The Road. Y tal vez haya ocurrido; podría explicar la extinción del Pérmico-Triásico, la que estuvo más cerca de dejar la Tierra sin vida. Pero sólo ha pasado una vez, hace 253 millones de años; la probabilidad de que nos pille a nosotros algo así es muy, muy baja.

Nivel en la Escala Apocalíptica: 5.

Diagnóstico, suicidio
Entramos ya en los apocalipsis entre posibles y probables. Porque la idea de la especie humana cometiendo suicidio, ya sea por maldad, ya por estupidez, no puede ser descartada sabiendo lo que sabemos. Desde The Omega Man (la versión 1.0 de Soy Leyenda) hasta Doctor Strangelove o Cloud Atlas hay una corriente de apocalipsis provocados por nuestra propia mano. Y por buenas razones.

Somos una especie que ha detonado armas nucleares en combate, en lo que sería (visto de desde fuera) una guerra civil. Hemos dedicado enormes cantidades de recursos a crear armamento con capacidad de destruir el planeta y a nosotros mismos, varias veces. Hemos hecho avances científicos que facilitan la extensión de estas capacidades a la ciudadanía en general, incluyendo la menos estable.

Y al menos un par de veces durante la Guerra Fría hemos estado a punto de pulsar el Botón, ya fuera por tensión política (la Crisis de los Misiles en Cuba), ya por errores, accidentes o equivocaciones. La lectura de la página ‘Tercera Guerra Mundial’ de la Wikipedia es muy educativa, y aterradora.

Si a los posibles errores de los imperios le añadimos la tendencia a que pequeños grupos de gente dispongan de acceso a tecnología de destrucción masiva, el terror se convierte en pánico. La secta japonesa Aum Shinriky? (Verdad Suprema) consiguió acceder a sofisticadas armas químicas y a cultivos bacteriológicos que querían transformar en armamento biológico. Diversos grupos terroristas han intentado acceder a armas nucleares. Y algunos gobiernos están aterrados ante la posibilidad de que ataques cibernéticos provoquen el caos.

Ningún ejército sensato utilizaría armas biológicas (o de otro tipo) que no pudiese controlar. El problema es que el mundo está lleno de insensatos. Y si, como hemos visto, ni siquiera se puede confiar plenamente en los gobiernos ‘sensatos’, ¿qué nos queda?

Nivel en la Escala Apocalíptica: 3.

Al borde del abismo dimos un paso al frente
Con mucha diferencia es el esquema de TEOTWAWKI más probable. Porque sucede casi sin darnos cuenta; porque está pasando ya, y porque detenerlo exige un gran esfuerzo de cooperación y saldría muy caro (para algunos). Se trata del Fin a causa del cambio climático: la destrucción de la capacidad soporte de nuestro planeta. Que no llegaría sin que antes la civilización humana se hiciera muy poco civilizada.

Es el escenario que muestra la recién estrenada Elysium o de numerosas obras distópicas como la novela 300 Holandesas del escritor catalán Jordi Sabaté, la risible Waterworld de Kevin Costner. El capitalismo financiero rampante sigue su curso actual; el medio ambiente se deteriora cada vez más y la riqueza se acumula, con lo que la sociedad se polariza. Los ricos se refugian donde el mal no les alcance y el resto quedan atrapados en un planeta cada vez menos habitable.

Al menos en Wall-e, la versión Pixar del desastre, TODOS los humanos son evacuados del planeta moribundo. No tendríamos tanta suerte en el mundo real.

Los de abajo sufrirían todas las indignidades que hoy asociamos al más extremo Tercer Mundo, en versión ampliada: agujero de la capa de ozono, cada vez menos agua potable, escasez de suelo y por tanto de alimentos, tensiones políticas tremendas, opresión, catástrofes naturales… Los de arriba, mientras, vivirían en un paraíso artificial protegido por murallas cada vez más elevadas y medidas de control fronterizo cada vez más drásticas.

La línea cinematográfica empezaría por Soylent Green y se extendería vía Hijos de los Hombres y quizá Silent Running (titulada en España ‘Naves misteriosas’) para acabar en Elysium. Al final los pocos supervivientes, ricos ellos, tendrían que abandonar un planeta inhabitable, dejando a los supervivientes (si hubiese alguno) a su suerte. Pero en una ironía final se estarían condenando a sí mismos, al quedarse sin industria que pudiese soportar su supervivencia.

Finalmente tendríamos un desierto sembrado de ruinas, un mundo yerto por culpa de la estupidez y la codicia. Un vistazo a la Historia y resulta fácil creer que si llega el apocalipsis será de esta manera. Hemos visto casos así, en los que un cambio climático provocaba deterioro político, guerras, el empeoramiento de la situación y finalmente el colapso completo. Los Mayas del Yucatán, los Anasazi del sur de los EE UU, los Vikingos de Groenlandia, los polinesios de varias islas (incluyendo Pitcairn y Pascua), el Imperio Asirio y los Mongoles son ejemplos de civilizaciones que desaparecieron sin intervenciones externas, sino más bien por sus dinámicas internas. Puestos a asignar probabilidades, apueste por este final. Al fin y al cabo ya estamos en ello.

Nivel en la Escala Apocalíptica: 2 (Muy probable).

Con información de CookingIdeas