Alexis Alzuru: Dignidad, no servilismo político

Alexis Alzuru: Dignidad, no servilismo político

El auto-respetodetermina el valor que la persona se da a sí misma. Alude al juicio quese tiene de sí. En ese sentido, significa la valoración que cada quien guarda sobre su cuerpo, capacidades, cualidades y expectativas. Si se quiere, esel reconocimiento que el sujeto asigna a su persona y, por lo mismo, a su vida.El auto-respeto es el valor sobre el cual se edifica la dignidad del ser humano. Por eso, el individuodigno es autónomo; una condición necesaria para respetar a los otros.En contraposición está la desconfianza de sí. Este antivalor refiere a la falta de autonomía y estima de sí. Se entiende que en ese contexto “desconfiar”no es conciencia de los límites personales.La palabra denotano creeren sí; o mejor, no valorarse. En realidad, el vocablo describe el sentimiento nihilista que asedia a quienes no se valoran. El nihilista no tiene fe en él; pero menos aprecia el valor que tiene las vidasde los otros y las metas quepersiguen. Esas personas buscanla satisfacción de apetitos primarios, no la realización de aspiraciones personales ni colectivas.

El recelo de sí es el reverso del auto-respeto. Por cierto, la ausencia de auto-reconocimiento explica que algunos vivan a través de las vidas o proyectos de terceros. La ecuación moral dice: Cuando se desprecia la propia existencia, el desarrollo personal se produce de forma parasitaria. Lo cualimplica, entre otras cosas, que se establecen relaciones interpersonales de carácterinstrumental. El prójimo es considerado un medio para sobrevivir. Por lo demás, quien no se valora apela a cualquier medio para satisfacer sus apetitos primarios:Humillan o se humillan, les da igual.

En algunas personas opera un deseo pendular de someter y someterse a la voluntad de otro. Esta conducta patológica no respeta estatus y se observa en distintos escenarios. Por ejemplo, es posible que unpresidente sienta la misma excitación cuando reprime a manifestantes pacíficos o engaña a su país que cuandosus amigos lo pisotean. Un comportamiento similarse advierte en los dirigentesque recuren a la bota militar para ocultar la desconfianza que tienen de sus capacidades.En los dos casos existe un déficit de respeto a sí mismo y de autonomía. Unas carencias que configuran el resentimiento moral.

La dignidad es una categoría fundante para (y de) la democracia. Por eso, no extraña queese valor haya ocupado un lugar idéntico al que en su momento se lesreconoció a los de la igualdad y la libertad. Tampoco sorprende que forme parte del marco ético quejustifica la defensa global de los derechos humanos. Después de todo, la dignidad es uno de los argumentos más sólidos sobre los que se ha razonado la necesidad de universalizar la democracia. Este valor priva para priorizar la democracia ante otros sistemas, pero mantiene su fuerza obligante al momento de corregir los vicios de este sistema. Valga decir que ese valor mantiene intacta su vigencia cuando la democracia florece oagoniza. De lo cual se infiere que la sanación de esta democracia moribunda radica en la restitución de sus valores, antes que en la vuelta a unmilitarismo caudillista.

La dignidad personal es una de las premisas que requieren recuperarse para cambiar el rumbo que lleva el país. Pues pareciera que muchos dirigentes se encuentran arrodillados ante el poder, la lujuria y el dinero de una élite corrupta de civiles y militares, desconociendo el compromiso que tienen con ellos y el futuro de las próximas generaciones. Venezuela reclama coraje, no indignidad. Es momento quelos directivos de las organizaciones y partidos acepten quela libertad de sus acciones y decisiones es la herencia política que determinará que sus hijosconstruyan sus vidas sin servilismo.

 

Alexis Alzuru

Profesor. U.C.V.

@aaalzuru

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