Gonzalo Himiob Santomé: Y pasaron seis meses…

Gonzalo Himiob Santomé: Y pasaron seis meses…

thumbnailgonzalohimiobHace poco más de seis meses publiqué en este mismo espacio una entrega titulada “Te doy seis meses”, dirigida especialmente a Nicolás Maduro. Fue a finales de noviembre de 2013, cuando a Maduro le dio por bajar los precios de todo, especialmente de los electrodomésticos, por decreto. Se dio entonces el “dakazo”, y por una parte, miles de ilusos, pensando que les ofrecían ambrosía, terminaron endeudándose y comprando lo que no necesitaban mientras que, por la otra, otros tantos, que también los hubo, “vaciaron los anaqueles” siguiendo las órdenes transmitidas en cadena, para luego revender, a quienes sí los necesitaban y en el mercado negro que inevitablemente siguió, los productos “baratos” que adquirieron a precios que superaban en mucho el valor regular de los mismos. La escasez, el acaparamiento y el abuso se hicieron regla y lo que estaba destinado a ser una “gracia” presidencial, el tiempo lo demostró, se convirtió en una terrible morisqueta.

Claro, venían las elecciones del 8D y algo había que hacer para que dichos comicios no reflejaran la realidad de un pueblo cada día más desencantado, de manera acelerada además, con Maduro y con sus continuos traspiés en el poder. La jugada, por lo que somos como ciudadanos lamentablemente, funcionó, al menos en parte. Sin embargo, lo peor estaba aún por venir. Comenzó el 2014 y en enero Maduro anunció, en la presentación de su “Memoria y Cuenta” ante la AN, textualmente, que iba a “…a mantener el dólar a 6.30. El dólar de la república durante todo este año y durante bastante tiempo hacia adelante…”. Se modificó por decreto la Ley Contra los Ilícitos Cambiarios y de aquella frase irresponsable lo único que resultó fue que al día de hoy, seis meses después, el dólar oficial (Sicad 2) ya roza los 50 bolívares por verde. Eso por no hablar del innombrable, que está mucho más caro.

La inflación acumulada se disparó este año. Hasta este momento, sin conocer aún las cifras al cierre de este mes, llevamos una tasa inflacionaria interanual general que supera el 60%. En rubros tan importantes como alimentos y bebidas no alcohólicas, llevamos hasta el día de hoy una tasa interanual acumulada de inflación que roza el 80%. Vehículos no hay, repuestos menos, medicinas tampoco, y cualquiera que haya tenido que salir a buscar vivienda puede confirmar que el mercado inmobiliario nacional es, hoy por hoy, completamente inaccesible para cualquiera que no sea un boliburgués consumado. No hay inmuebles para alquilar, virtualmente desaparecieron del mapa, y lo poco que se construye se vende a precios que ningún crédito bancario permite pagar. Gamelotes populistas aparte, el salario no alcanza para la más elemental subsistencia, el valor de cesta básica supera los tres salarios mínimos, y Maduro lo que ha logrado en este tiempo ha sido convertirnos a todos, a los de un bando y a los del otro, en maestros del “rebusque” y de la improvisación.





La “Ley de Precios Justos” terminó siendo la hoz que segó cualquier posibilidad de inversión en Venezuela. No hay quien se atreva a emprender en un país en el que el poder decide, obviando las variables de la oferta y de la demanda, cuánto es el máximo que debes ganar por los bienes que ofreces o por los servicios que prestas. La corrupción, además, alcanza niveles increíbles que dejan en pañales cualquier guiso de la “cuarta”. Los mismos oficialistas la denuncian y la padecen, pero nadie en el poder le quiere poner el cascabel a ese gato.

Al final, la “ofensiva económica”, tan cacareada, tan costosa, tan absurda, lo único que ha ofendido es el bolsillo de los venezolanos. No ha servido más que para empeorar las cosas, que ya por cierto venían bastante mal, y eso cualquiera que no esté cegado por el peso de sus propios y muy poco “socialistas” intereses, o por su propia estupidez, lo ve.

Ya cumple además Maduro más de seis meses habilitado, de manera inconstitucional además, para legislar. Recordemos que se quejaba de “no contar con las herramientas legales” que le permitirían, según él, luchar contra la supuesta “guerra económica”. En aquel momento, cuando tanto se afanaba en lograr sus “súper poderes”, no se le escuchaba más que decir que “estaba limitado” y que “necesitaba” la habilitante para solucionar los problemas que él mismo y su caterva de ineficientes habían creado. Hace seis meses escribí sobre esto, textualmente y de frente a Maduro, lo siguiente:“Todo esto significa muchas cosas, todas ellas negativas, pero por encima de todo implica, que aunque te duela, ya no tienes excusa. Ya tienes tu habilitante, ya tienes tu capricho cumplido, así que si en los próximos meses tu gobierno no demuestra, hechos y cifras reales en mano, que todo esto sirvió en verdad para lo que dijiste que serviría, si a corto y a mediano plazo tus “medidas” no funcionan, no estabilizan nuestra economía y la inflación y la escasez siguen reinando; si de todo esto no surge más que un inmanejable mercado negro de bienes que nos haga la subsistencia mucho más difícil, se probará que no eras más que un irresponsable buscando votos y simpatías, a costa de la paz y del bienestar general de toda una nación”.

No. Ya no tiene excusa. No solo legisla a placer y a conveniencia, sino que controla todas las instituciones y las pone al servicio de su proyecto personal (que hasta ahora no es otro que el de afirmarse continuamente como presidente), que no al del bien general. No hay “legado” que aguante tanta ceguera. Y de eso ya se han dado cuenta hasta algunos oficialistas muy prominentes (que ahora son “traidores”) que no han dudado en recriminarle sus errores y sus fallas. No se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo, dicen por ahí, y ya hasta las bases maduristas reconocen que la cosa con el heredero está mucho más “pelúa”, como decimos en Venezuela, que con Chávez, y eso es ya mucho decir.

Le pedí entonces y por último que me callara la boca, que nos demostrara con hechos palpables que el equivocado era yo, lo cual, al término del plazo, reconocería sin tapujos de ser el caso. Soy y siempre he sido opositor, pero no soy de los que al ver algo bueno del poder se lo calla solo para complacer radicalidades obtusas. Se lo pedí por el futuro de mi hija y por el de todos los venezolanos.

Todo lo que se ha venido advirtiendo sobre los erráticos derroteros económicos de Maduro ha resultado cierto, y las consecuencias las estamos pagando todos, sin distinciones. Me quedé, nos quedamos, esperando que los hechos demostraban que somos nosotros, no el gobierno, los equivocados, y el panorama no luce alentador. Al final, lo único indiscutible al de hoy es que para lo único que ha servido Maduro, superando incluso a su difunto mentor, es para callarnos la boca, pero a punta de cárcel, lacrimógenas y perdigonazos.

 

@HimiobSantome