Juan Guerrero: Seguir insistiendo

Juan Guerrero: Seguir insistiendo

thumbnailjuanguerreroVarias instituciones venezolanas así como agencias no gubernamentales vinculadas al tema de la delincuencia y criminalidad, aseguran que el número de individuos al margen de la ley se sitúa entre 200 y 250 mil personas, agrupados en cerca de 8 mil bandas delincuenciales.

A ello habría que agregar un grupo de individuos que realizan sus fechorías de manera no tan abierta, como son los corruptos, los agentes gubernamentales complacientes, aquellos aguantadores y otros traficantes de influencias. En total, harían un número similar al anterior.

Por lo tanto, redondearíamos a todo este malandraje en cerca de 500 mil individuos. Mientras la población venezolana está cerca de 30 millones de habitantes. Por lo tanto, la población decente, honrada, sacrificada, trabajadora y estudiosa es numéricamente superior a los vagos, holgazanes, vividores, tramposos e inescrupulosos que intentan imponer un modo de vida torcido y contrario a los valores trascendentales del ser venezolano.





Ocurre que ese pequeño grupo se ha apoderado del aparato del Estado y con ello, está imponiendo un modo de coexistencia falso, amparado en la violencia y la agresividad constantes, sea de hecho como de palabra. Esa manera fanfarrona y del pantallerismo como formas de vida, busca construir un tipo de venezolano ajeno a la práctica de virtudes y maneras éticas de actuación, sea pública como privada.

A estas dos últimas administraciones del Estado no se le puede pedir que gobierne decentemente la Cosa pública, porque no conoce de decencia.

Cuando el Estado ha sido penetrado por la mentalidad autoritaria y militarista, se accede inmediatamente a la práctica arbitraria en todas sus instituciones. Y al caer bajo la administración de un Estado arbitrario, de manera casi automática se llega a las decisiones y soluciones que satisfacen solo caprichos, donde todo va a estar marcado por formas de administración que tienen como principio y fin, el ventajismo, la adulación y la complacencia. Esto se traduce en lo que todos conocemos como prácticas corruptas.

Mientras unos logran sus beneficios económicos de manera directa, a mano armada, otros lo alcanzan a través de contactos, de tráfico de influencias. El fin es el mismo, mientras unos lo alcanzan a sangre y fuego, otros lo hacen con su cuello rojo-rojito, o antes con cuello blanco…y con su cara bien lavada.

Medio millón de delincuentes no podrán con la fuerza moral de una población, que si bien hoy permanece sometida a vejámenes, traumas, incertidumbres, amenazas, violencia y muerte, posee la herencia cultural que será la clave para superar estos tiempos hostiles y degradantes de la condición humana.

Quienes permanecemos en esta expresión geográfica llamada Venezuela, continuamos haciendo lo que siempre hemos hecho: trabajar, estudiar, construir en la cotidianidad de nuestras anónimas vidas, la infinita historia de lo que siempre hemos sido y seguiremos siendo: gente buena, decente, solidaria, alegre, respetuosa de la justicia, de los valores y de nuestra tradición cultural.

No hay otra manera de defensa ante la injusticia, la delincuencia, sea de particulares como del Estado, sino afirmando la venezolanidad y sus más ancestrales valores y principios. Renovar siempre nuestra lengua para afirmar en nuestra particular cadencia y tono de decir las cosas, la inteligencia innata que nos permite seguir existiendo en esta Tierra de Gracia, como pueblo y nación.