William Anseume: La resolución de la maldad militar

William Anseume: La resolución de la maldad militar

William Anseume

Leí con detenimiento la controvertida Resolución 8610 del 27 de enero de este año, contenida en la Gaceta 40.589. Traté de hallar la descontextualización a la que alude Padrino López, sin poder encontrarla. Y, sin considerar que sea un renovado decreto de guerra a muerte, pienso que debe ser derogada y me coloco, sin dubitación alguna, de parte de los detractores de este engendro militar.

Desde luego que la perspectiva de este documento es disuasiva, por no decir aterrante. Pretende ser una contención lingüística del accionar que se avecina en cuanto a: protestas, manifestaciones, oposición y resistencia. Así como un manual de acción creciente ante la imposibilidad de doblegar o contener a los manifestantes. En contexto: un texto para militares, formados para matar, obedecer y dar órdenes que debe ser entendido por esos seres y aplicado “progresivamente”, con la paciencia requerida, a quienes intenten quebrar el “orden público”. ¿Cuál orden?





Si nos atenemos a la Constitución, como ya muchos han planteado, ésta diferencia con claridad lo propio de la Fuerza Armada Nacional (Capítulo III), donde se expresa el accionar de tres componentes: Ejército, Armada y Aviación deben velar por la seguridad de la nación. Mientras que la Guardia Nacional es cooperante en esa actividad y debe velar por el orden interno del país. Mientras, el Capítulo IV se centra en determinar lo correspondiente a los “órganos de seguridad ciudadana” que serán organizados “para mantener y restablecer el orden público”. Allí están: policías, bomberos, protección civil, etc. Así que incorporar ahora a la Fuerza Armada Nacional a emplear el “uso progresivo y diferenciado de la fuerza” en el “control del orden público, la paz social y la convivencia”, es, a toda luz, inconstitucional. No están ellos para eso.

El planteamiento es todo un arpegio físico y mental para doblegar al manifestante, con un comienzo indoloro: “dialogo disuasivo” y si no se rinde la víctima a los requerimientos del oficial, por no mostrar un “acatamiento visible de la instrucción militar” se emplea un: “despliegue táctico de los recursos disuasivos”, y algo como la puesta de una jeringuilla: “inducción física sin producción del dolor”, si aún la víctima civil no cede ante el milico, pues: “inducción física con producción de molestias físicas tendentes a hacer ceder la resistencia u oposición”. O sea: que le duela algo.
En estos dos últimos términos de la cita podemos concentrarnos y apreciar que es éste un manual para producir dolor en los intentos de resistir el poderío militar, de producir o ser oposición al poder: su uniforme, sus insignias, sus armas “disuasivas” entre las que no sabía que el diálogo era una tan útil en los militares como aquí se muestra, y sus armas letales: “violencia mortal”.

Si la intención es hacer ceder a la resistencia o la oposición no creo que lo logren con este decretico. Es indetenible. Si lo que se propone la mente perversa que ideó este programa es hacer ceder las protestas tampoco es útil. Desde luego, en la aplicación de este plan progresivo hasta la muerte deberán recapacitar a toda la Fuerza Armada, cuyos integrantes pronto irán tal vez a alguna guerra aplicando el mismo manual y leyendo el procedimiento a medida que lo aplican: “ aquí dolor”, “aquí no”, aquí más bien muerte.

La otra intención puede ser preparar a las fuerzas con armas a enfrentar colectivos y otros bichos armados dispuestos a todo con tal de doblegar conciencias protestatarias contra todo esto que ocurre.

No es un manual para las manifestaciones en las colas u otras reuniones públicas, es un manual para llegar discretamente a la muerte. La pena de muerte no está establecida en nuestra carta magna y no puede ahora contemplarse en ningún decreto legal o resolución como ésta. Nadie debe estar, por tanto, autorizado para matar. Este manualito es una indudable aberración mental para la muerte.

Las Fuerzas Armadas deberían cumplir más bien su papel de poseer y controlar las armas de y en la República. Expropiarlas, destruirlas, contenerlas, registrarlas o evitar su uso y tenencia inadecuados.

Si lo que se pretende es justificar el accionar mortal del año 2014 y prepararse y prepararnos para un aún más violento 2015, deben ganarse el más amplio repudio colectivo.

Con padrinos así mejor no tener ni ahijados.

Es tiempo de que la Fuerza Armada Nacional cumpla su rol, estatuido en la Constitución y que se elimine de inmediato ese manual del dolor y la muerte en manifestaciones públicas. Basta ya de torturas físicas y psicológicas. Para ya Padrino el terrorismo de estado. El venezolano no tiene miedo de colorcitos verdes, ni de charreteras, ni de ser torturado, apresado o, incluso de morir. Quiere un cambio y el cambio va. La bendición, padrino.

wanseume@usb.ve