Cuando hablamos de videojuegos de terror lo primero que se suele mencionar son fantasmas, espíritus malignos, casas encantadas, zombies o diferentes tipos de aberraciones. Hacer algo diferente es difícil, por lo que este juego quiere combinar fantasía con realidad al llevarnos directamente a un manicomio real, que existió y es tan tenebroso como podríamos imaginarlo.
The Town of Light es un juego que quiere escapar de los clichés, porque los manicomios no son algo nuevo en los juegos de horror, todo lo contrario, han existido muchísimos que, por alguna razón, siempre suelen estar protagonizados por fantasmas o psicópatas que se volvieron zombies o algo similar (como el famoso Outlast).
Pero esta vez sus desarrolladores se han propuesto a ponernos en los zapatos de los internos de un manicomio que existió realmente en la Toscana, Italia , cuya reputación habla de cómo maltrataban a los pacientes enfermos mentales.
Para ello aseguran que han realizados todas las investigaciones pertinentes sobre este manicomio en la ciudad de Volterra, que incluyó un par de visitas “autorizadas” a sus ruinas para hacer la recreación más fiel del recinto posible.
El manicomio dejó de operar en hace varias décadas, pero el juego nos lleva directo a la década de 1940, en la que los derechos humanos no eran ninguna prioridad para este tipo de lugares, y en muchos casos los pacientes eran prácticamente abandonados en estos sitios macabros, llenos de ira y lamento.
El juego nos lleva a explorar el pasado desde el presente, y vivir los horrores de estos pacientes en primera persona. Hacen falta más títulos de horror interesantes, que escapen de los clichés y sean originales, así como promete ser este The Town of Light.
Por ahora The Town of Light no ha salido al mercado, pero está disponible a través de Steam Greenlight. Según sus responsables ya está casi listo, y sale a la venta a finales de este mismo año. Por supuesto, será compatible con el visor de realidad virtual Oculus Rift, pero solo los más valientes se atreverán a jugarlo así, y yo no seré uno de esos.
Vía Gizmodo