Juan José Moreno A.: ¡Qué lástima de país!

Juan José Moreno A.: ¡Qué lástima de país!

thumbnailjuanjosemorenoLa queja es mundial y muy sentida, pero compartida por nativos y extraños que no terminan de entender en qué mala hora perdimos a esa Venezuela tan amable, sonriente y generosa que ya no tenemos; y a quien dude de la veracidad de este lamento, le recomendamos visitar solo dos lugares donde podrá comprobarlo: los aeropuertos y todos los supermercados del país.

Ya no generamos alegres viajeros sino tristes pasajeros de un viaje incierto para la mayoría: jóvenes con sus maletas y su mente cargadas de esperanza de un destino mejor al que aquí ahora espera a quienes resistimos el incesante y progresivo atropello de nuestros derechos humanos y a nuestra propia inteligencia, se despiden de sus familiares y amigos en un ambiente de mucha tristeza y dolor, que contrasta con el estado de ánimo que muestran en esos mismos lugares los beneficiarios del régimen con dólares preferenciales en los bolsillos y muchos colitas en aeronaves al estilo Timochencko. De paso, en los aeropuertos también podemos palpar esa modalidad que forma parte de la nueva realidad del país, con felices empresarios que vienen a negociar jugosos contratos que contribuyen a su enriquecimiento personal, mientras los nuestros se ven obligados a paralizar sus empresas y privarnos a todos de sus productos porque, como bien lo ha indicado Henrique Capriles, el régimen diosdado-madurista es “claridad para la calle y oscuridad para la casa”. Y qué decir del intenso movimiento aeroportuario con la inmensa cantidad de chinos, empleados y obreros que forman parte del paquete negociado con su país y que hoy ocupan los puestos de trabajo que niegan a los nuestros.

El otro escenario insufrible es el que tenemos que soportar en los centros de compra en los que durante toda la historia del país nos dábamos lo que hoy sería un lujo, de escoger entre diferentes marcas los productos que colocábamos en los carritos. Hasta musiquita podíamos escuchar en los supermercados y compartir en un ambiente grato con el amigo con el que casualmente nos encontrábamos e intercambiábamos alguna información de interés común. Que alguien me diga, si no son de auténtica arrechera las palabras que brotan de los labios de todos quienes sufren la humillación de no encontrar los artículos que tradicionalmente han formado parte de sus preferencias, y encima de eso soportar el mal genio de quienes se lanzan, unos contra otros, por la apropiación de un raquítico pollo o de un paquete de papel sanitario.





¡Qué lástima de país! el que nos está quedando, con una población triste, atemorizada, molesta y desesperada ante la impotencia frente a un grupete de funcionarios sin ninguna preparación para gobernar que, a cada momento y haciendo un abusivo uso de los medios de comunicación, de los espacios televisivos y de la paciencia de los venezolanos, profieren soeces insultos contra la población decente de este país.

Realmente, no es para estar de fiesta. No terminamos de ingerir los venezolanos la arrogante, prepotente y engañosa actitud de un Presidente en cuyo discurso transmite al país la idea de que los recursos de la nación le pertenecen a él y a su grupo, y que no tiene porque rendirle cuentas a esa “derecha maltrecha” que seríamos todos quienes no compartimos la torta con la que se indigestan sus copartidarios. De acuerdo con su criterio, no tienen porqué explicarle al país porqué los líderes de la guerrilla colombiana gozan de favores tan especiales, como el de utilizar aviones de Pdvsa, al igual que personas al servicio de Jaua o de cualquier otro funcionario del régimen, para sus traslados personales; ni porqué privilegiar a empresarios de otros países con las compras de productos agrícolas y bienes manufacturados, cuando se les niega a los agricultores e industriales criollos las divisas (acaparadas) que reclaman para obtener las materias primas con las que no se cuentan aquí; ni porqué la inútil viajadera en compañía de tantos acompañantes igualmente inútiles con dólares regalados; ni cuál fue el destino de la millonada de dólares otorgadas por Cadivi a presuntos amigos de su general presidente, denunciada por Giordani y respaldada, entre otros, por el ex ministro Héctor Navarro; ni porqué el presidente del Banco Central ni ninguno de los responsables de las finanzas rinde las cuentas que se les exige; ni cuál es la razón para impedir que instancias realmente calificadas participen como observadores en las venideras elecciones, entre otras perlas.

No lo dicen ni lo dirán, mientras entre los “objetos” de su feudo figuren instituciones como la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia, el Banco Central de Venezuela, la Contraloría General de la República, el Consejo Nacional Electoral y las mismísimas Fuerzas Armadas. Por eso es necesario que ningún venezolano se quede sin votar en las elecciones del 6D. Se trata del comienzo de un proceso que al final podrá devolverle la alegría, hoy secuestrada, a nuestro glorioso pueblo.