Norberto José Olivar: La teoría del paraguas

Norberto José Olivar: La teoría del paraguas

 

thumbnailnorbertojoseolivarA este país se le agotó la imaginación. Últimamente pienso mucho en cosas como esta. Siento que algo está en peligro en mis adentros (léase en plural, también) y me preocupa. No sé si la literatura soporte las asiduas embestidas de la calamidad que vivimos. Dice Leys que el desarrollo de la psicología clínica tiene que ver con este tipo de fatigas y que, de alguna forma, si leyéramos novelas, por ejemplo, podríamos combatir muchas enfermedades mentales y cansancios cósmicos. Ilustra este poder curativo de la ficción con algo que le sucedió al actor británico Hugh Grant que, tras ser sorprendido —por la policía— en media juerga con prostitutas dentro de su carro, se pensó que los tambaleos emocionales del señor Grant acabarían con su carrera. Tiempo después una periodista estadounidense le preguntó si iba al psicoterapeuta y este le respondió que los ingleses acostumbran a leer novelas, no a tumbarse en el diván. Leys cierra con una cita de Jung para afirmar que, cuando una persona pierde contacto con su particular «universo mítico», o simplemente no lo desarrolla, la realidad carcome su salud mental sin compasión.

Digo, pues, que esta revolución es el destierro de la imaginación y el señorío de la contingencia fisiológica. La realidad está matando a muchos venezolanos, pero solo nos alarman los miles de asesinados que entran a la morgue. Igual que los protagonistas muertos de Lost, necesitamos reunirnos, en un lugar significativo, y comenzar a recordar los que fuimos o lo que creíamos ser, como sea nos sirve. Y empezar la reconstrucción, o restauración, de nuestro mundo interior, siempre precario y amenazado, pero nunca en desequilibrio.  En otra parte, Leys transcribe a Vargas Llosa para que entendamos el acecho perverso de la realidad: «La vida es un tornado de mierda, en el que el arte es nuestro único paraguas». Ignoro si las varillas y los rayos del paraguas literario resistan este fétido chubasco que en gracia bolivariana nos ha tocado, pero pienso, de pronto, en tantos escritores jóvenes que por ver su libro publicado se han puesto en modo de sumisión (y la verdad no sé por qué pienso esto), y también pienso en lectores que no consiguen los libros que desean leer (tampoco puedo explicarme este pensamiento imprevisto), y de tanto pensar en esa metafórica cloaca que podría ser la vida a veces, uno se hace militante del pesimismo, uno deja de creer, uno duda de todo, pero no necesariamente se milita en la inacción. Uno puede no profesar y actuar. Es una de las extrañas contradicciones que la literatura nos deja abrazar. Caminar bajo la lluvia. La función del paraguas, pues.