#6D: Principio del fin del chavismo

#6D: Principio del fin del chavismo

Una persona sale de la sede de campaña del partido socialista venezolano, adornado con una imagen de Nicolás Maduro y Hugo Chávez, en Sabaneta, nov 19, 2015. En el 2010, el fallecido presidente Hugo Chávez se arrodilló en el patio trasero de la casa de su infancia, en las exuberantes llanuras del oeste de Venezuela, para sembrar un árbol de naranja que llamó "revolución" y simpatizantes vestidos de rojo lo vitorearon.  REUTERS/Marco Bello.  IMAGEN SOLO PARA USO EDITORIAL

 

Como creo que Nicolás Maduro no ha entendido el gran mensaje de las elecciones parlamentarias realizadas el domingo 6 de diciembre en Venezuela –con histórica participación de electores y aplastante derrota para su bando revolucionario, que los aleja del control del Parlamento nacional–, lo escribiré de la manera más sencilla: “NO EXISTE CHAVISMO SIN CHÁVEZ”.





Por Carlos Flores | Huffington Post

Así, en cinco palabras bien directas. Hubo chavismo cuando el maestro de ceremonias estaba vivo y el circo tenía petrodólares. Chávez podía jugar con los sentimientos de los venezolanos, animarlos, hipnotizarlos y mantenerles las barrigas llenas de comida y alcohol; cortesía de la renta petrolera.

Es decir, era un show muy bien montado y ejecutado. Además, su imponente ego mantenía –tanto como podía– al margen a una serie de personajes demoníacos como el propio Nicolás, Diosdado y El Aissami… vaya trío de engendros, con tal poder destructivo que en apenas dos años sepultaron –gracias a una horrible gestión gubernamental– el “legado” de Chávez y han sido básicamente anulados electoralmente por la Mesa de la Unidad Democrática; compuesta por los partidos políticos que Chávez había extirpado del corazón de los venezolanos… pero es que con hambre, impotencia y rabia, no hay discurso revolucionario que valga la pena.

La pasión por un movimiento tan incoherente como el chavismo, muere cuando ya no hay mucho para regalar a unos votantes acostumbrados a eso, a recibir, a chupar como bebés famélicos de la enorme teta del Estado venezolano.

Sin dinero no hay revolución…. y, desde enero, ¡tampoco mayoría en la Asamblea Nacional!

Los venezolanos salieron a votar desde muy temprano la mañana del 6 de diciembre con un objetivo: no más revolución. Lo cual es igual a decir: no más sufrimiento. Porque, justamente, en eso se ha convertido la Venezuela de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello: un pedazo de tierra casi aislado, donde la gente sufre las 24 horas de cada día… sufre para conseguir alimentos, sufre para tener trabajo, sufre para obtener servicios básicos; pero de paso debe lidiar con las cien historias de corrupción que salen a flote cada semana… con escándalos que colocan a la hija de Hugo Chávez como una de las mujeres más ricas del continente; a Diosdado como un zar de la droga y a los familiares de todos ellos como unos verdaderos campeones de la ilegalidad (pregunten a los narcosobrinos de Cilia y Nicolás).

Venezuela es un mal chiste. Es la negación de un país. Es un tubo de ensayo donde hace rato se cocina una fórmula para el desastre que explotó en el rostro de los genios del socialismo del siglo XXI.

Este domingo 6 de diciembre fue el día del bochorno para los arrogantes magnates del chavismo. Fue una humillación. El principio del fin. Esta gente se olvidó de gobernar. O prefirieron no hacerlo. Solo en Venezuela el Banco Central dejó de emitir las cifras oficiales de inflación hace meses… solo en Venezuela hay que sobornar para tratar de conseguir -a precios insólitos- desde alimentos, pasando por medicamentos, repuestos para vehículos; incluso para abrir una cuenta de ahorros en un banco del estado, hay que sobornar a alguien.

Solo en Venezuela si usted tiene un negocio y resulta que uno de sus empleados es una escoria que hace todo menos trabajar, usted no puede despedirlo porque la ley se lo impide… solo en Venezuela es imposible conseguir dólares para adquirir materias primas… y hay que recurrir a una misteriosa página para obtener la tarifa del dólar negro y traficarlo como si tratase de cocaína… Entonces, si Maduro y Diosdado de verdad creían que tenían alguna posibilidad de ganar estas elecciones, pues, están mucho peor de lo que yo siempre he imaginado. Y seguramente es así.

Esta madrugada, Maduro aceptó los resultados que le dan un triunfo histórico a la oposición y ofreció otro gran discurso plagado de locura y enajenación… solo faltó alguna imitación a Cantinflas y aquello era una obra maestra del absurdo.

Para Maduro –y el resto de los revolucionarios– triunfó la guerra económica organizada por la derecha nacional e internacional; se trató del capitalismo salvaje y el poder de los medios internacionales que, de alguna manera, prácticamente obligó a los venezolanos a hacer otra cola para votar contra el “hijo” del comandante supremo. Persiste la trama de culpar a otros, de apartar la vista del espejo que lo refleja todo: el espejo de la realidad, la triste realidad venezolana.

Aunque creo que sí existe una guerra económica… y es la que el propio Gobierno ha creado para tratar de mantener al pueblo pobre y contra el suelo: rodilla en tierra.

En todo caso, si no pudieron ganar la supuesta guerra económica, no quiero imaginar lo que hubiera pasado si desembarcasen unos cuantos marines en La Guaira… mejor ni pensarlo.

Lo del domingo 6 de diciembre es la reacción de una sociedad asfixiada a la que sus gobernantes han colocado contra la pared y han violentado de tantas formas que ya perdía esperanzas de encontrar una salida al caos.

Ojo, tampoco se trata de que la MUD venezolana sea la gran triunfante. No, siempre he visto a los miembros de la MUD como el elenco de la vieja película de guerra The Dirty Dozen… pero, como alguien dijo, esos son los únicos políticos que tenemos.

Pero es momento de celebrar. Es momento de asumir la realidad: El castillo de naipes de Hugo Chávez fue destruido por el soberano pueblo venezolano que no acepta seguir sobreviviendo mientras es (in)gobernado por mafiosos y asesinos.

Nunca antes tanta gente había salido a emitir su derecho al voto en Venezuela. Y nunca antes, en los últimos 16 años, el país había amanecido con semejante carga de esperanza y ánimo.

La Asamblea Nacional ya no es roja… el país ya no es rojo… comienza a gestarse el parto para la nueva Venezuela. La que todos nos merecemos. Atentos todos, esta vez no podremos equivocarnos. Por cierto, ¿dormiste bien, Nicolás?…, ¿cómo un bebé?

¡Yo sí!

 

Carlos Flores es periodista y autor venezolano; Director de Newsweek En Español Venezuela