Violentas pandillas de drogas gobiernan la mayor parte de la gigantesca Prisión Central, en la ciudad de Porto Alegre, en el sur de Brasil, que rebosa con más doble de su capacidad — estaba pensada para poco menos de 2.000 personas. Los miembros de las bandas delinquen a través de celulares, trafican con drogas y atraen a otros reos para unirse a sus filas.
Desde detrás de la altas cercas de metal culminadas por alambre de cuchillas, donde los guardas vigilan a los presos alojados de 10 en 10 en celdas construidas para cuatro, solo puede llegar apreciarse un atisbo de lo que ocurre en el interior.
La basura podrida se acumula bajo las ventanas con barrotes, a donde los reclusos se asoman y muestran mensajes de sus pandillas entre las sábanas, camisas, zapatos y toallas colgados para secarse.
Sin embargo, en otros puntos del penal las celdas están más limpias y ordenadas y hay menos violencia.
Estas son las pocas dependencias destinadas a reclusos en programas de trabajo, a los que se desintoxican voluntariamente de las drogas o a miembros de la comunidad LGBT que están en riesgo de ser atacados, pero la posibilidad de obtener protección especial es una excepción.
Con más de 600.000 personas entre rejas, Brasil tiene la cuarta población reclusa más grande del mundo tras Estados Unidos, China y Rusia, según el Ministro de Justicia del país.
Como ocurre en muchas naciones de América Latina, el sistema penitenciario es caótico y cruel, con motines violentos frecuentes en todo el país mientras los presos se rebelan contra las horribles condiciones en que viven
La Prisión Central de Porto Alegre ha sido mencionada en informes de Human Rights Watch por su especial brutalidad, tanto entre presos como por la forma en que son tratados.
Los presos viven en celdas distintas en función de la pandilla a la que pertenecen en un intento por frenar la violencia.
Eugenio Terra, presidente de la Asociación de Jueces de Porto Alegre, denunció las condiciones de la prisión ante la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos en 2013.
“Queremos que la encarcelación se lleve a cabo con dignidad, porque la forma en que se hace hoy favorece a las pandillas y al poder que tienen en la prisión”, dijo.
Desde la denuncia, se han realizado algunas mejoras en zonas como la clínica, que en su mayoría atiende casos de tuberculosis, una enfermedad común dentro de los penales.
Ante la incesante llegada de reclusos, los intentos de mejorar este inhumano lugar parecen insuficiente.
Diego Henrique, que vive con otros 10 reos mientras cumple condena por segunda vez por cargos de narcotráfico, dice que hay poca esperanza para mejoras.
“Para mí, las cárceles son todas lo mismo”, dijo. “Lo único que cambia es el color de las rejas”.
En esta imagen, tomada el 30 de noviembre de 2015, prendas de ropa cuelgan de las ventanas de las sobrepobladas celdas de la Prisión Central de Porto Alegre, en Brasil. Con más de 600.000 reos, Brasil tiene la cuarta población reclusa más grande del mundo tras Estados Unidos, China y Rusia, según el Ministro de Justicia de Brasil. (Foto AP /Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 30 de noviembre de 2015, presos juegan al fútbol en la Prisión Central de Porto Alegre, Brasil, mientras las prendas de los internos cuelgan de las ventanas de sus celdas. Las instalaciones acogen al doble de reos de su capacidad, casi 2000 personas. (Foto AP/Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 30 de noviembre de 2015, un preso con las manos esposadas sostiene las pastillas que recibió en la enfermería para tratar una infección de la piel, en la Prisión Central de Porto Alegre, en Brasil. Desde una denuncia sobre las condiciones de la prisión realizada en 2013 ante el Comité de Derechos Humanos de la OAS, se han realizado algunas mejoras en zonas como la clínica, que en su mayoría atiende casos de tuberculosis, una enfermedad común dentro de las cárceles. (Foto AP/Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 30 de noviembre de 2015, un reo se asoma por debajo de la sábana qie delimita el espacio de su cama, en la Prisión Central de Porto Alegre, Brasil. Miembros de pandillas violentas cometen delitos a través de celulares, tráfico de drogas y atrayendo a otros reclusos a unirse a sus filas. (Foto AP/Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 30 de noviembre de 2015, un preso camina por el patio que corresponde a las celdas donde cumplen condena reos que participan en programas de trabajo, en la Prisión Central de Porto Alegre, en Brasil. La Prisión Central de Porto Alegre ha sido mencionada en informes de Human Rights Watch por su especial brutalidad, tanto entre presos como por la forma en que son tratados. En este penal, la mayoría solo salen al exterior dos horas a la semana. (Foto AP/Felipe Dana)
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En esta imagen, tomada el 30 de noviembre de 2015, un reo que se unió a un programa de rehabilitación lee dentro de su celda en la Prisión Central de Porto Alegre, en Brasil. Los reclusos en programas de trabajo, los que se destintoxican voluntariamente de las drogas o miembros de la comunidad LGBT que están en riesgo de ser atacados, viven en zonas separadas de la cárcel, pero la protección especial es una excepción. (Foto AP/Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 30 de noviembre de 2015, un gato cruza el pasillo de un módulo reservado para reos que trabajan en la prisión central de Porto Alegre, en Brasil. El gato, junto con otros que son atendidos por los reclusos, entra y sale del centro penitenciario a su antojo. (Foto AP/Felipe Dana)
Archivo / Foto AP/Felipe Dana
En esta imagen, tomada el 1 de diciembre de 2015, un agente de policía inspecciona la imagen de un visitante, de pie dentro de un escáner corporal, en la Prisión Central en Porto Alegre, Brasil. Un escáner instalado recientemente ha reducido el número de celulares, drogas y cuchillas que familiares introducían de forma clandestina en el penal durante sus visitas. Pero muchos de esos elementos suelen ser arrojados al interior por encima de los muros y recuperados por los reos que los esperan. (Foto AP/Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 1 de diciembre de 2015, un preso observa a un guarda durante un recuento de reclusos en la Prisión Central de Porto Alegre, en Brasil. Los reos se alojan en celdas distintas en función de la pandilla a la que pertenezcan en un intento de frenar la violencia. (Foto AP/Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 1 de diciembre de 2015, presos juegan a las cartas en el interior de un patio que corresponde a las celdas donde cumplen condena reos que participan en programas de trabajo, en la Prisión Central de Porto Alegre, en Brasil. Los reclusos en programas de trabajo, los que se desintoxican voluntariamente de las drogas o miembros de la comunidad LGBT que están en riesgo de ser atacados, viven en zonas separadas de la cárcel, pero la protección especial es una excepción. (Foto AP/Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 1 de diciembre de 2015, armas de fabricación casera y herramientas halladas en las celdas de los presos, expuestas en la Prisión Central, en Porto Alegre, Brasil. Un escáner instalado recientemente ha reducido el número de celulares, drogas y cuchillas que familiares introducían de forma clandestina en el penal durante sus visitas. Pero muchos de esos elementos suelen ser arrojados al interior por encima de los muros y recuperados por los reos que los esperan. (Foto AP/Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 30 de noviembre de 2015, presos observan por la ventana de su celda en la Prisión Central de Porto Alegre, en Brasil. Solo se puede llegar a ver un atisbo de lo que ocurre dentro desde detrás de una alta cerca de metal, rematada con alambre de espino, donde los guardias vigilan a los reos, apiñados de 10 en 10 en celdas pensadas para cuatro personas. (Foto AP/Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 1 de diciembre de 2015, presos descansan en el exterior de sus celdas para dar más privacidad a un compañero durante una visita, en un módulo para reclusos que forman parte de un grupo de trabajo en la Prisión Central de Porto Alegre, en Brasil. (Foto AP/Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 1 de diciembre de 2015, un grupo de reclusos charla en un patio interior que corresponde a las celdas donde cumplen condena reos que participan en programas de trabajo, en la Prisión Central de Porto Alegre, en Brasil. Los presos en programas de trabajo, los que se desintoxican voluntariamente de las drogas o miembros de la comunidad LGBT que están en riesgo de ser atacados, viven en zonas separadas de la cárcel, pero la protección especial es una excepción. (Foto AP/Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 30 de noviembre de 2015, un preso ve la televisión en un módulo para reos que participan en programas de trabajo, en la Prisión Central de Porto Alegre, en Brasil.Los reclusos en programas de trabajo, los que se desintoxican voluntariamente de las drogas o miembros de la comunidad LGBT que están en riesgo de ser atacados, viven en zonas separadas de la cárcel, pero la protección especial es una excepción. (Foto AP/Felipe Dana)
En esta imagen, tomada el 30 de noviembre de 2015, policías observan a reclusos que participan en un taller de arte en la Prisión Central de Porto Alegre, en Brasil. Los reclusos en programas de trabajo, los que se desintoxican voluntariamente de las drogas o miembros de la comunidad LGBT que están en riesgo de ser atacados, viven en zonas separadas de la cárcel, pero la protección especial es una excepción. (Foto AP/Felipe Dana)