El ascenso del "trumpismo" preocupa a una América Latina acostumbrada a los caudillos - LaPatilla.com

El ascenso del “trumpismo” preocupa a una América Latina acostumbrada a los caudillos

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El ascenso de Donald Trump trae a la memoria varios caudillos latinoamericanos. Photo: Ross D. Franklin/Associated Press

 

Donald Trump es una novedad en el mundo de la política estadounidense. Sin embargo, para muchos en América Latina, él es —por lo menos en su estilo— una figura mucho más familiar: el caudillo, publica The Wall Street Journal.

Por David Luhnow/ The Wall Street Journal





En las últimas semanas, una creciente cantidad de diarios de la región han tratado de explicar el auge de Trump a un público perplejo comparándolo con sus propios líderes populistas, una larga lista que incluye a Hugo Chávez, el fallecido ex presidente venezolano, y Rafael Correa, el actual mandatario ecuatoriano.

En un reciente editorial en El Universal, un diario líder en Venezuela, el periodista Roberto Giusti describió a Chávez y Trump con estas palabras: “Otra característica que hermana a los dos consumados show men es su hábil manejo de las emociones ante las grandes audiencias y el endilgarles a los enemigos, reales o imaginarios, en una mezcla de medias verdades y medias mentiras, las culpas de los males que aquejan a sus respectivas sociedades y al universo mundo”.

Al igual que Trump, los caudillos latinoamericanos reconocen y explotan los reclamos reales que existen en sus países. Confrontan una clase política osificada, forjan un fuerte vínculo con sus seguidores y atacan a sus oponentes y a los medios sin restricciones, a veces incluso fomentando la violencia. “A muchas personas en México y América Latina les preocupa esto. No se trata solamente de la substancia de lo que dice Trump, sino del estilo. Es un estilo conocido y preocupante para nosotros”, dice Jorge Castañeda, ex secretario de Relaciones Exteriores de México.

Todos los populistas, de izquierda o de derecha, tienen un relato que atribuye la culpa de los problemas del pueblo a otros y libran a la gente de la responsabilidad, dice Moisés Naím, ex ministro de Fomento de Venezuela.

Para muchos populistas latinoamericanos, los pobres son víctimas de las grandes empresas y políticos corruptos que trabajan con el “imperio”, es decir Estados Unidos. Para Trump, la clase obrera es víctima de los inmigrantes y un liderazgo inepto que es embaucado por los astutos gobiernos de China y México para que promulgue tratados comerciales desfavorables.

Trump no es el único precandidato presidencial estadounidense con una veta populista. Bernie Sanders, senador por Vermont, ofrece una alta dosis de populismo económico, una narrativa de ricos vs. pobres que encajaría bien en la retórica de un socialista latinoamericano. Hillary Clinton también ha comenzado a plantear esos temas con mayor fuerza. Sanders también adopta una postura populista y proteccionista sobre el comercio, algo que comparte con Trump.

 El argentino Juan Domingo Perón personifica al caudillo tradicional latinoamericano. Photo: O.d.P./ullstein bild/Getty Images
El argentino Juan Domingo Perón personifica al caudillo tradicional latinoamericano. Photo: O.d.P./ullstein bild/Getty Images

Sin embargo, para muchos observadores de la región, el estilo de Trump denota un paralelo obvio con el del caudillo. El mejor ejemplo de este tipo sigue siendo el argentino Juan Domingo Perón. Como agregado militar en Italia entre 1939 y 1941, Perón vio cómo el líder fascista Benito Mussolini empleó el nacionalismo y un vínculo directo con el pueblo, cultivado mediante manifestaciones y la radio, para desarrollar un culto a la personalidad y convertirse en “Il Duce”.

Al igual que sus antepasados fascistas, ese lazo directo entre el líder y la gente es el rasgo más importante de los populistas autoritarios, según e historiador mexicano Enrique Krauze, quien dice que su compatriota Andrés Manuel López Obrador encaja en este perfil. López Obrador perdió las elecciones presidenciales de 2006 y 2012, pero actualmente lidera las encuestas para 2018.

Todos los buenos políticos tratan de conectarse con grandes cantidades de ciudadanos, pero en el caso de los caudillos, el movimiento se transforma en un culto a la personalidad. El político se vuelve una figura casi mesiánica, una encarnación de los deseos del pueblo y una personalidad que se eleva por encima de instituciones como los partidos políticos.

Perón dio lugar al peronismo; Chávez, al chavismo. Y ya se habla del “trumpismo”.

“Es como déjà vu”, dice Roger Noriega, el principal diplomático para América Latina en el gobierno de George W. Bush. En un tuit reciente, escribió que Chávez “obtuvo 56% en 1998; los votantes de clase media querían sacudir el sistema, hacer grande a Venezuela. Su narcisismo destruyó el país”. Etiquetó su mensaje con el hashtag #Trump.

La televisión ayuda a reforzar el vínculo directo entre un líder como este y el pueblo. Mucho antes de entrar en la política, Trump forjó su marca como estrella de un reality show. Chávez acumuló poder, en parte, creando una especie de presidencia de reality show. En el programa que lanzó se sentaba durante horas, contando historias y chistes verdes y a veces hasta se ponía a cantar. También fue uno de los primeros en usar Twitter, donde tiene millones de seguidores.

Michael Penfold, coautor de un libro sobre Chávez, advierte una estrategia similar para los medios en la campaña de Trump. “Ambos tipos sabían qué titular querían ver al día siguiente y trabajaban de atrás hacia adelante a partir de allí”.

En una columna en el diario mexicano El Financiero, el economista Sergio Negrete comparó así a Trump con López Obrador: “Mesiánicos ambos, sus fieles parecen más miembros de una secta que de una corriente política”. Otros han recalcado que ambos piden a sus seguidores en los actos de campaña que levanten sus manos como promesa de respaldo.

Prácticamente todos los caudillos tienen en común una personalidad de macho alfa. Correa encaró a policías que estaban en huelga abriéndose la camisa y diciéndoles a gritos: “Mátenme si tienen valor”. Trump ha hablado de querer golpear a manifestantes “en la cara” y ha defendido su hombría. Chávez dijo una vez en televisión a su mujer que se preparara porque “esta noche te doy lo tuyo”.

“El lenguaje corporal de estas personas es muy parecido: un primate alfa, alguien que siempre está al borde de la violencia”, señala Carlos Alberto Montaner, un exiliado cubano que ha escrito mucho sobre Fidel Castro y otros caudillos latinoamericanos. “Es una especie de admiración por el hombre alfa lo que les da una gran ventaja. Es como las estudiantes de la secundaria que se enamoran de los deportistas”.

Los opositores, por lo tanto, no son sólo desafiados, sino también mofados y humillados. Chávez tildó al 40% de los venezolanos que no lo apoyaron como “escuálidos”, calificó a rivales políticos de traidores o perros falderos (tildó a una diputada de “mosca”) y tenía todo un diccionario para describir al presidente estadounidense George W. Bush: burro, el diablo, cobarde, borracho y Mr. Danger.

Los medios independientes a menudo han sido blancos de los populistas autocráticos de América Latina. Correa tilda a la prensa de escoria y demandó y le ganó un juicio al diario El Universo por US$40 millones y presentó cargos penales contra sus editores. López Obrador ha denunciado desde hace años una conspiración de los medios en su contra. Sus partidarios en ocasiones han enfrentado a periodistas en eventos.

Chávez fue más allá: simplemente cerró medios independientes y estableció cadenas de propaganda oficial. Trump ha atacado a muchos medios importantes y prometió que, cuando asuma en el poder, cambiará las leyes de difamación para facilitar las demandas.

Naím opina que Trump como presidente sería restringido por las fuertes instituciones de EE.UU. y su sistema de equilibro de poderes. No obstante, le preocupa que el ascenso de Trump forme parte de una tendencia global de votantes que están cansados de los partidos políticos. En EE.UU., asevera, la manipulación de jurisdicciones ha debilitado a ambos partidos y provocado una paralización.

“El problema es: ¿qué pasa si los partidos colapsan?”, dice. “Aparecen los caudillos”.