Un huracán llamado Revolución, por @MichVielleville

Un huracán llamado Revolución, por @MichVielleville

thumbnailMicheleViellevilleSu población se ha convertido en una de las que actualmente mayormente sufre por falta de alimentos básicos. Comprender su economía supone tratar con las cifras más altas de inflación en el mundo. En sus hospitales fallecen bebés en edad prematura como consecuencia de la falta de insumos indispensables, y las fallas en el sistema. Gran parte de su población joven ha decidido emigrar ante una realidad que les cierra las puertas, con la intención de buscar una mejor calidad de vida y un entorno en donde verdaderamente puedan ejecutar sus proyectos profesionales. Es uno de los raros lugares del mundo donde intentar progresar puede costarte la vida, cuando se sabe que es la violencia y la inseguridad las que gobiernan las calles. No son los embates del huracán Matthew, lo que se describe aquí. Así vive Caracas y toda Venezuela el paso de un huracán llamado revolución.

En los últimos días Matthew ha mostrado su furia inminente. A pesar de haberse convertido en un huracán categoría 5, según la escala Saffir-Simpson, y ser considerado uno de las más poderosas tormentas que ha sufrido algunos países del Caribe, incluso llegando a dejar víctimas en Haití y EE.UU. en las últimas horas, sus estragos no pueden compararse con los que hoy padece Venezuela, no por causas de la madre naturaleza, sino como consecuencia de la irresponsabilidad de un gobierno que está dispuesto a sacrificar el bienestar de su población, con tal de permanecer el poder.
El huracán llamado revolución sigue causando daños. No se detiene, persigue y acosa a su disidencia, miente, empobrece a su población, irrespeta la inmunidad parlamentaria, manipula las instituciones a su conveniencia; su principal objetivo es no permitir que sean los propios ciudadanos quienes elijan su destino. Porque la forma como ha venido actuando en las últimas semanas claramente manifiesta ante los venezolanos y el mundo que su intención es no permitir a como dé lugar que el referendo revocatorio se realice este año. Y ante ello es capaz de erigir cualquier triquiñuela, si ello le asegura continuidad en el poder. En fin, para todos los venezolanos resulta claro que el principal objetivo del huracán llamado revolución es tratar de destruir la democracia. Porque su deseo es reducirla a escombros.

De modo que la prepotencia de unos pocos se ha impuesto, ante lo que parece ser la batalla final por la democracia. De un lado está Maduro, y sus voceros, quienes no creen en los caminos constitucionales y se han dedicado a entorpecer, junto al CNE, la activación de un mecanismo electoral garantizado por la Carta Magna. Pero del otro lado está un pueblo que todavía cree en que puede haber un futuro distinto y que es consciente de su papel en la historia. Ese pueblo conoce su poder y sabe que su voluntad tiene la última palabra en las formas de gobierno democráticas, por más que otra fuerza trate de imponerse.





El gobierno de Maduro no puede continuar dándole la espalda al malestar generalizado que se vive en cada rincón de Venezuela, y mucho menos negar el derecho constitucional de una mayoría que exige que se someta a un proceso de elección. Si contara con un mínimo nivel de sensatez debería oír a un sector chavista no madurista que también observa como mejor alternativa que se realice el referendo revocatorio, como un instrumento que le permitiría a esa fuerza política reordenarse, ante la amenaza de lo que supondría para ella postergarlo, conduciéndola al terreno de la extinción política. Ese sector es consciente del costo político inminente que supondría para el chavismo no contar con esa salida constitucional. A partir de lo cual se podría decir que es la consciencia ciudadana la única que pudiera conducir a rectificar a sus gobernantes.

Sin duda, esa consciencia será la que al final prevalecerá, y más temprano que tarde hará que se cumplan los objetivos que desde la Unidad han sido planteados. Porque a pesar de los múltiples obstáculos, el 12 y el 26, 27 y 28 de Octubre habrá una mayoría desbordada en las calles que le demostrará a Maduro y sus amigos, que la voluntad soberana se respeta, y los empleadores son los que deciden el rumbo de sus empleados. De modo que no existe tempestad que pueda contra el deseo de cambio de los pueblos. Al final, la democracia es la que se impone.