Nuestro país vive momentos muy tensos. El estado de ansiedad de la mayoría de los venezolanos debe estar en uno de sus máximos históricos. La explicación y justificación de ello se debe a la mayor crisis de la historia, tanto desde el acontecer político, económico y social. Por otro lado, la gente esperanzada en su reclamo ciudadano dentro de la Constitución hoy está dispersa y sin certeza sobre la salida a la crisis por la vía del Referéndum.
El ciudadano intuye que la cosa no funciona, ni funcionará con Maduro y la supuesta revolución. El país vive con una retórica repetitiva apalancada en el aparato de propaganda del Estado, donde todo se trata de una guerra económica, de la oposición, y cada cierto tiempo muestra firmas de acuerdos y supuestos financiamientos para activar la producción petrolera que no se han visto. El objetivo del Régimen es ocultar la cruda realidad de la crisis, ya para muchos de carácter humanitario. Dentro de este panorama especial significado tiene PDVSA, pues la supuesta revolución colocó la economía subordinada y ultra dependiente del ingreso petrolero.
Ahora conocido el resultado de las elecciones en los EEUU con Donald Trump como presidente, su programa y su política energética profundizarán el cambio estructural del mercado petrolero. Incluye, entre sus lineamientos generales, los siguientes aspectos: Asegurar la autosuficiencia energética del país, favorecer el uso de todo tipo de energía y especial atención tendrá el carbón. Asumimos que se tratará de carbón limpio, pues dentro de su campaña electoral prometió la reactivación del sector, la producción de petróleo y gas por vía del “fracking”. Tendrá apoyo y además permitirá y cesarán las restricciones para la exploración y producción en zonas federales para la búsqueda de reservas de petróleo y gas. Retomará el proyecto de Keystone para transportar crudo vía oleoducto de Canadá a la Costa del Golfo de EEUU. Redimensionará la agencia ambiental conocida como EPA. Revisará la política de incentivos fiscales de energías alternativas y a la vez cuestiona los aportes de EEUU a los organismos internacionales relacionados con el tema ambiental. El Acuerdo de París sobre emisiones seguramente lo renegociará.
Si a lo anterior del programa de Trump agregamos las estimaciones antes de conocer el resultado de las elecciones en EEUU de los organismos multilaterales como el Banco Mundial, FMI, AIE y la OECD que proyectan el precio del crudo entre US$ 50 y US$ 54 dólares por barril, estas pueden ser menores, más el complejo proceso de la OPEP de acordar el compromiso de suministro al mercado en su reunión de fines de noviembre en Bruselas, con la política anunciada del presidente electo Trump. En consecuencia, el panorama del 2017 será peor que el vivido en el 2016.
Con este entorno sobre la principal fuente de ingresos de Venezuela, la supuesta revolución se comporta “según vaya viniendo vamos viendo”, un error mayúsculo para el país. Lo conocido es el “ruego” de Maduro y del Ministro-Presidente de PDVSA en aspirar un aumento del precio del petróleo al reducir la oferta, lo cual no es factible con las condiciones actuales. Lo más grave aún es la continuidad de la supuesta revolución, cuyo objetivo político actual es ganar tiempo para permanecer en el poder. Las consecuencias para los ciudadanos serán de continuo deterioro y sin posibilidades de alcanzar un mínimo grado de bienestar social.
Se presume que los interlocutores del llamado diálogo jerarquizarán la situación del país y podrían decir que la crisis humanitaria es lo primero a resolver, difiriendo la solución política del cambio de modelo y de quienes administran lo público. En nuestra opinión se confunde lo urgente con lo importante, y lo importante para no mantenerse en continua urgencia es lograr pronto el cambio. Entre otras cosas para prepararnos adecuadamente a los tiempos complejos que vienen para el sector petrolero.
@JFernandeznupa