Álvaro Valderrama Erazo: Cuarto domingo ordinario “A”

Álvaro Valderrama Erazo: Cuarto domingo ordinario “A”

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El Sermón de la montaña, contenido en el capítulo quinto del Evangelio según San Mateo es, sin lugar a dudas el más conocido de todos los pasajes bíblicos del Nuevo Testamento.

Para cristianos y no cristianos es el Sermón de la montaña, una exhortación convincente de nuestro Señor Jesucristo, que nos llama y nos invita, no solamente a actuar bien en la vida y de forma coherente con relación al prójimo, sino, mucho más que ello, a poner en práctica su mandamiento del “Amor a Dios y al Prójimo”, dado que en el “Amor” se contienen y se resumen la ley de Dios y el anuncio de los profetas.





Al comienzo del quinto capítulo y antes de las enseñanzas de las bienaventuranzas nos presenta el Evangelio de San Mateo una bella y clarísima introducción, que le da aun mayor fuerza testamentaria, histórica y geográfica a la doctrina practicada y enseñada por nuestro Señor: Así como Moisés, desde la montaña anunció los mandamientos de la antigua Alianza al pueblo de Israel, asimismo predica Jesús desde la montaña las bienaventuranzas, que resumen del mandamiento central de la nueva alianza.

De tal manera que, no se trata para quienes somos destinatarios de la invitación evangélica de „no matar y no robar“. Las bienaventuranzas son, con distancia, muchísimo más que “no matar y no robar”.

Es como si tuviéramos, necesariamente que atenernos a que se produzca, primeramente un acuerdo interno en cada uno de nosotros, entre lo meramente individual y lo que atañe al prójimo, para dar paso, con altruismo cristiano a la virtud del amor a los demás, al prójimo, a la humanidad, sedienta de paz y de bien.

Aunque nos parezca extraño, también en una sociedad y e un mundo violento, nos invita el Señor y estamos llamados a amar, inclusive a los enemigos.

Y es que vivimos en un mundo en el que quiere imponerse el individualismo desenfrenado, desembocado en el hambre y en la sed desmesurada de riquezas mal habidas.

Unos pocos, contrarios a las bienaventuranzas de Jesús, malversan, despilfarran, violentan y destruyen con ello a los humildes, que son las mayorías, para conquistar asi sus propias cuotas de poder y lograr, por ende, la aniquilación moral y física de las sociedades, esto es, del prójimo.

Un mundo en el que unos ignoran la mortalidad infantil como consecuencia de la destrucción de la economía, el desempleo, la inflación, la desnutrición, la criminalidad, entre otras, heredadas del creciente armamentismo, es un mundo contrario a las bienaventuranzas de Jesús.

El efímero poderío de quienes pretenden adueñarse de la voluntad del prójimo e imponen con ello la ley de la violencia no se corresponde con las enseñanzas de Jesús.

Pero lo maravilloso del Sermón de la montaña es que no se contiene en él un catálogo de moralidad idealista y mucho menos de exigencias por parte de Jesús. Se trata de una afirmación aprobatoria, por parte del Señor a aquellos que actúan de acuerdo a sus santas enseñanzas.

Cuando Jesús nos dice: „Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de Dios“ no nos dice que los pobres, por ser pobres de espíritu deberían poseer el cielo, sino que, en efecto, de ellos – de los pobres- es el reino de los cielos.

Ser justos es en tal sentido, aquí y ahora -en esta vida- cumplir los mandamientos d Dios. Y cumplir los mandamientos se traduce, definitivamente, en ser destinatarios directos, en ser bienaventurados a la hora de recibir la justicia divina.

Ahora bien, las bienaventuranzas del Señor no son un formulario de propuestas de Jesús para ser escogidas por nosotros como cartas de azar. Para Jesús todas las bienaventuranzas están concordadas entre sí y todas están centradas en su mandamiento de amor a Dios y al prójimo.

Tampoco son las bienaventuranzas una carga o un yugo sino una invitación que nos motiva a vivir según el modelo del Señor para heredar, ya en esta vida y en el cielo su Reino eterno de amor y paz.

Por eso, bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos. Amén

Feliz Domingo, día del Señor.