Luis Alberto Buttó: Historia de una preocupación

Luis Alberto Buttó: Historia de una preocupación

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Si a ver vamos, a lo interno, el impacto de las recientes declaraciones de la fiscal general de la república bien puede considerarse pequeño, por no decir minúsculo. En primer lugar, está de por medio la escasa credibilidad que, justamente con su comportamiento previo, dicha funcionaria se agenció en la sociedad venezolana y que, como era dable suponer, abrió las compuertas para que corrieran las sesudas inventivas de 140 caracteres y los pontificales análisis de WhatsApp proliferantes durante estas impactantes horas, en los cuales sólo faltó invocar los Protocolos de Sión y las perversas intenciones de la Masonería.

Por Luis Alberto Buttó / @luisbutto3





En segunda instancia, necesario es decirlo para detener a tiempo ilusiones exageradas causantes de desengaños de igual magnitud: el pronunciamiento en cuestión no implica, en modo alguno, el por tantos coreado quiebre definitivo del régimen revolucionario; derrumbe, por cierto, anunciado por excelsos dirigentes opositores durante los tres últimos lustros sin que, ¡oh sorpresa!, éste haya ocurrido. Tanto como, de cuando en cuando, han gritado a todo pulmón que tales y cuales acciones del gobierno evidencian debilidad y temor. Todo ello como opereta de ocasión pues, mientras tanto, sin prurito alguno, la nomenclatura hizo y deshizo lo que le vino en real gana con el andamiaje legal del país, ganó elecciones con o sin ventajismo oficial indecoroso y las derrotas que en ese sentido acusó las convirtió en irrisorio sainete, al desentenderse sin mayor dificultad de sus consecuencias, como viene ocurriendo desde 2007, cuando se produjo la «victoria de estiércol», así dicha con elegancia ya que la cultura obliga a hablar y escribir diferente a quienes la buena lengua y la buena pluma les fue y es esquiva, por inalcanzable.

El impacto real descansa allende las fronteras venezolanas. En todos los escenarios internacionales, donde tantos prohombres (la ironía es andariega) del Estado venezolano, han ido a mentir descaradamente acerca de la pureza e integridad de la democracia en ellos supuestamente encarnada, deben haber estallado las alarmas detectoras de comportamientos dictatoriales, al retumbar el hecho indubitable de que es la propia vocería estatal la denunciante de que desde los hilos del poder absoluto y despótico se pisotea la Constitución y se desconoce la soberanía popular, la única fuente de legitimidad aceptada por la modernidad para el ejercicio de la autoridad. Si la comunidad internacional, ésa en muchos casos timorata y acomodaticia (los intereses pesan una barbaridad y siempre se teme escupir para arriba) necesitaba evidencias sustanciales de la lejanía del gobierno venezolano con respecto a los mínimos cánones democráticos, ya puede ahorrarse la faena exploratoria. El mundo de la abogacía susurra al oído: a confesión de partes, relevo de pruebas. Ése es uno de los vectores donde debe afincarse el liderazgo opositor.

El segundo vector sobre el cual debe presionar ese mismo liderazgo no necesita ser visto con anteojo de aumento. Si la fiscalía es el órgano encargado de ejercer la vindicta pública y ha reconocido el trastrocamiento del orden constitucional, le resulta innecesario y hasta redundante que haya denuncias al respecto: debe actuar de oficio como es su deber al tener conocimiento del mal ejecutado y tal conducta ético-procedimental debe ser reclamada sin demora por la sociedad amante de la libertad. Borrar partes de un documento como quien inocentemente juega con el programa Windows es insuficiente cuando se ha demostrado el talante despreciativo hacia la vigencia del Estado de Derecho. No estamos frente a un mal payaso de ocasión que nos hace bromas pesadas y sin rubor se excusa con la patraña de que la cosa era en tono juerga, nada en serio. Se está jugando con la vida institucional del país y quien tiene responsabilidad de preservarla debe honrar el compromiso del juramento hecho.

El asunto no es preocuparse. La tarea es ocuparse. La historia condena o absuelve y eso depende de múltiples factores. A veces del coraje, a veces de la integridad, casi siempre de la inteligencia y, sin lugar a dudas, de la justeza de las acciones emprendidas. Escoja usted la que más le parezca.
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Historiador
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3