Carlos Blanco: Hastíos dominicanos

Carlos Blanco: Hastíos dominicanos

 

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El fracaso del encuentro del 1 y 2 de diciembre entre los representantes del régimen y del G4 (AD, PJ, UNT y VP) era inevitable, pues los opositores no estaban en condiciones de esgrimir amenazas creíbles para forzar a negociar en serio y cumplir lo acordado.





Para obligar al régimen se requieren una o varias condiciones: la unidad opositora; la presión internacional; la movilización de calle; y apoyo militar.

La unidad se desmoronó cuando los dialogantes abandonaron el mandato del 16 de julio, respaldado por 7.6 millones de ciudadanos; la presión internacional se dividió cuando el G4 se distanció de la firme posición de Luis Almagro, Secretario General de la OEA, y de los gobiernos que han adoptado sanciones contra personeros del régimen, y más bien abrió el camino a otros que se esfuerzan en convencer a Maduro para que haga concesiones pero sin que se ponga bravo; la movilización de calle bajó debido a la locura represiva que ocasionó más de 130 asesinatos y que infundió natural temor en los ciudadanos, pero además tuvo el ingrediente de la decisión del G4 de concurrir a las elecciones regionales y dejar al garete la protesta ciudadana; el apoyo militar es mirado con desdén por los negociadores y hasta ahora luce débil y disperso como para generar una verdadera presión sobre el régimen.

Es decir, los negociadores no representan ninguna fuerza que pueda decirle a Maduro: “o cumples o te sacamos”, “o cumples o te derrotamos unidos, con sanciones internacionales, o con la fuerza de la calle, o con la fuerza militar que nos respalda”. Y no lo pueden decir porque la única condición de posibilidad habría sido convocar esas herramientas desde una unión política que los negociadores destruyeron, precisamente para ir a la negociación.

Es tanta la debilidad negociadora del G4 que se hace acompañar por personalidades respetables cuya función más conocida ha sido elogiar, saludar y aclamar las bondades de los propios asesorados, sin que se conozcan –salvo en el caso de la salud pública- sus criterios sobre los temas.

La visión de esos negociadores está tan distorsionada que buena parte de su guerrilla comunicacional está dirigida a atacar, en algunos casos con los peores epítetos, a quienes con todo derecho levantan su perplejidad y escepticismo;  sobre todo, cuando el régimen proclama con aspaviento y brutalidad que su propósito es utilizar a la oposición para que se convierta en abogado del cese de las sanciones internacionales. Desde luego, el G4 no lo hará pero tampoco parece poder mandar largo a la porra a quien se lo exige.