Olga Hidalgo de Curiel: La desesperanza que obliga

Olga Hidalgo de Curiel: La desesperanza que obliga

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Me voy. Eso piensan los que no se conforman con limosnas y migajas, no son candidatos a engrosar colas interminables en los bancos la para recibir dinero no trabajado. Eso piensan los que no les enamora ser ficha controlada de chambas y otras creaciones populistas que amanceban incondicionalidad de esclavos.





Me voy! No importa cómo, dicen a familiares y amigos. Basta observar las oficinas donde se apostillan documentos de estudio como jóvenes en masa que con esfuerzo han coronado carreras universitarias pero que sienten que en la Venezuela de hoy no tienen futuro, ayunos de posibilidades y de devolverle al país  y a sus padres lo que les dieron; otros jóvenes a los que no les acompaña un titulo sino un oficio, igualmente ávidos de una mejor calidad de vida, de tener un empleo digno, de no mendigar, se arriesgan a cruzar fronteras, a un peregrinar incierto que al final del camino sea la tierra prometida que atempere sus angustias, un lugar de hospitalidad, seguridad y amparo.

Al tomar la decisión por aire, mar o tierra que aguijonea la desesperanza y la angustia sopesan que no será fácil comenzar en tierra ajena, expectantes ansían encontrar manos amigas y compasivos seres, aunque a veces la hostilidad está presente y el vejamen y la deshumanización enseña sus dientes, emergiendo la xenofobia de los que consideran que se le invaden un espacio propio que a otros no les pertenece.

Muchos en ese transitar han perdido la vida y la ilusión de mejores días queda trunca; algunos, con espíritu fuerte y coraje macabeo que no se amilana ejercitan su resiliencia y con el sabor amargo de la nostalgia y con la armadura de la fe en Dios siguen adelante…

La siembra de la ideología malsana y cruel que constriñe y esclaviza nos trajo estos sinsabores, este éxodo lastimoso que nos hace vivir de cerca momentos dolorosos, como hace pocos días, nuestro mar Caribe también se hizo tumba  de jóvenes veleños, falconianos con sueños e ideales, que corrieron riesgos y prefirieron la aventura que devino en tragedia.

La miseria de los miserables amurallados en el poder no conoce de responsabilidades para conducir un pueblo y darles todo el bienestar posible a todos sin exclusiones sectarias y perversas, pero si sabe de la utilización de los demás en beneficio propio. La calidad de responsable en la conducción de un pueblo implica una exigencia moral muy grande que en estos momentos no existe.

Que la Diáspora aumente no les importa, con los que se queden manipulados con limosnas degradantes se asegura el poder omnipotente. Tomo las palabras de Monseñor Basabe, a quien aplaudo por su valentía y contundencia en la homilía de la Divina Pastora, cito… “No son Uds., los que tienen que irse, quienes tienen que irse son los responsables de éste desastre al que nos han conducido, quienes pisotean la dignidad de los venezolanos haciéndonos dependientes de las dadivas que nos han convertido en mendigos y forasteros”.