¿Boliburgesía o lumpenburguesía?

¿Boliburgesía o lumpenburguesía?

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En los años 70 se hizo popular cierto término entre los defensores de la mal llamada Teoría de la Dependencia: lumpenburguesía.  Era un término de inspiración marxista usado primordialmente en el contexto de las élites económicas coloniales y neocoloniales de Latinoamérica, las cuales supuestamente se habían vuelto muy dependientes y solidarias de los llamados poderes coloniales (léase, países industrializados). El término es un híbrido proveniente del alemán lumpen (mendigo) y de la palabra burguesía. Marx, un siglo antes, usaba el término lumpenproletariado, para aquella porción de las clases pobres que no formaban parte de la clase obrera y que vivían de actividades delictivas explotadoras de la verdadera clase obrera que, según Marx, producía la auténtica riqueza de la sociedad industrial.





Este término, lumpenburguesía, se atribuyó al intelectual marxista André Gunder Frank en 1972. Empleado para describir a un tipo de clase alta latinoamericana (mercaderes, abogados, industriales, etc.), con poca autoconciencia o base económica, que apoyaba a los centros económicos de los países más desarrollados. Frank decidió crear esta combinación del término marxista lumpenproletariado (descastados) y burguesía porque según él, mientras las élites burguesas de Latinoamérica y Europa se parecían en muchas cosas, en otras tenían grandes diferencias. Las burguesías de Latinoamérica según esta teoría, tenían la mentalidad del lumpenproletariado marxista. Podían ser fácilmente manipulables para favorecer el sistema capitalista, aún a través del delito. Según Frank y sus simpatizantes, las élites coloniales, si bien no se involucraban en actividades delincuenciales, contribuían negativamente a la economía local ayudando a los explotadores extranjeros. Los recursos y bienes de las colonias eran deseados por las potencias coloniales y para conseguirlos, éstas incorporaban a las élites locales en su sistema, convirtiéndoles en intermediarios entre los ricos compradores coloniales y los pobres productores locales. Así, el bienestar de las élites locales dependía cada vez más de la explotación y el comercio, tomando el superávit de la producción de las colonias, extrayendo la ganancia y transfiriendo los bienes a los compradores de los países desarrollados.

El modelo de desarrollo popularizado en América Latina, fundamentado en el proteccionismo del Estado hacia los empresarios, caracterizado por cómodos aranceles para no competir con productos extranjeros, subsidios a los productos elaborados y comercializados por este empresariado local y especialmente gasto público para fomentar el consumo de los bienes de los productores nacionales por patrocinio del Estado, permite aseverar que existió una lumpenburguesía que, en lugar de basar su éxito en la competencia y la innovación, fundamentó su poder en su relación con el Estado y sus conexiones políticas.

El Socialismo del Siglo XXI, a través del control de cambio fortaleció aún más la existencia de dicha lumpernburguesía, al menos en Venezuela. Ya no era subsidiar al aparato agrícola e industrial a través de un modelo de sustitución de importaciones gracias al gasto público, sino trasladar directamente los ingresos petroleros a un precio diferencial irrisorio para que esta clase empresarial parasitaria lo vendiera en el mercado negro a 1000% de su precio. La construcción de una casta corrupta cuya riqueza no se fundamenta en la producción y comercialización de bienes y servicios, sino en la especulación a través de un mercado cambiario regulado por el Estado, completamente distorsionado, ha creado la burguesía más corrupta que los marxistas hubieran podido imaginar.

Karl Marx definió al lumpenproletariado como una clase utilizada por los gobiernos autoritarios en el siglo XIX para respaldar un status quo corrupto. Podemos decir que en pleno siglo XXI, el Socialismo del Siglo XXI ha creado su propia lumpenburgesía o boliburguesía como una clase caracterizada por una riqueza fruto de la corrupción que tomó gran ventaja de sus conexiones políticas. Ojalá en un futuro cercano se abran paso esos empresarios que sí apuestan a la productividad, competencia e innovación para sacar al país del foso en que actualmente se encuentra.