Victor Jimenez Ures: ¿Venezuela realmente necesita un ejército? ¿Son útiles las #FANB?

Victor Jimenez Ures: ¿Venezuela realmente necesita un ejército? ¿Son útiles las #FANB?

Víctor Jiménez Ures

Crecimos admirando a los militares de la época independentista, dibujando y coloreando sus figuras en el colegio, y de cierta forma, deificándolos a niveles absurdos; y ojo, esto no viene de la V República en exclusivo, se trata de un mal que hizo metástasis en nuestra sociedad desde hace más de un siglo. Lo anterior, en buena parte se debe a nuestra incapacidad (o falta de interés) para crear nuevos héroes. Ciertamente, cada generación debería tener sus propios héroes, figuras históricas referenciales ensalzadas por la sociedad en base a sus méritos y logros, adaptados a las circunstancias del país en la época que les tocó vivir.

¿A quién le gustaría tener en su casa a un desconocido armado que le jurungue la nevera, se coma lo mejor de la despensa, se gaste el agua caliente, exija privilegios sin trabajar ni aportar nada productivo, y a parte haya que ponerle buena cara y mantenerlo contento, para evitar que un día decida matar a toda la familia? La lógica parece indicar que a nadie le gustaría vivir una situación así… sin embargo, Venezuela, su himno militarista, y sus enfermizas odas a las glorias patrias obtenidas por las armas, es un claro ejemplo de esa rara deformación del Síndrome de Estocolmo.

Nos hablan de las Batallas de Angostura, de La Puerta, de La Victoria, de Las Queseras del Medio, del Lago de Maracaibo, de Urica y ¿Cómo no? de la Batalla de Carabobo. Pero pocos hablan de los horrores intrínsecos a la guerra, como lo son las violaciones sistemáticas, las ejecuciones arbitrarias, el hambre, la escasez, las enfermedades, los saqueos y demás robos y ultrajes a la dignidad, realizados invariablemente por los soldados de uno y otro bando, que se sabiéndose poderosos, actuaban con total impunidad al amparo de las armas. ¿Cuántos de los amables lectores han oído hablar, por ejemplo, de la masacre de Pasto (o navidad negra) en manos del ilustre Gran Mariscal de Ayacucho?





Desde la lejanía del tiempo, y la seguridad de un libro o un cuadro de Martín Tovar y Tovar, la Guerra de Independencia se ve como una experiencia que (alarmantemente) muchos niños desearían vivir. No hay dudas, todas las guerras se ven heroicas en retrospectiva, cuando las víctimas han sido silenciadas o no queda nadie que las recuerde; y justamente allí radica el peligro del asunto: La deshumanización e idealización épica de la guerra. Ya lo decía Pérez-Reverte en su obra breve “El Húsar”, cuando nos refería: “Barro, sangre y mierda. Eso era la guerra, eso era todo, Santo Dios. Eso era todo.”

El sistema educativo se ha encargado de que nuestros jóvenes admiren los uniformes militares, y sientan especial devoción por los botones dorados, las charreteras, los cascos pickelhaube y los sables, mientras qué, contradictoriamente, ven a José María Vargas como un personaje aburrido, y apenas saben quiénes son Agustín Aveledo, Arístides Rojas, Rafael Vegas, Manuel R. Egaña, Mario Briceño Irragorry, Alberto Adriani, Arturo Uslar Pietri, Mariano Picón Salas, Enrique Tejera Paris, Gumersindo Torres, Arístides Bastidas, Rafael Rangel, Humberto Fernández-Morán, Julio Garmendia, Juan Liscano, Manuel Díaz Rodríguez, Manuel Antonio Carreño, Simón Camacho, Juan Vicente Camacho, Abigaíl Lozano, Juan Vicente González, Jacinto Convit, Teresa Carreño, Concepción Acevedo de Taylhardat, Rafael Bolívar Coronado y Polita de Lima, entre otros.

Justamente ese enquistamiento cultural en todo lo relacionado con los militares, las gestas armadas y demás crónicas de la barbarie (convenientemente edulcoradas) son las que han servido de base para el mantenimiento de un mito que solo nos ha traído desgracias como pueblo. Un ejemplo de primera mano, es que buena parte de los colegios, calles, plazas y avenidas de nuestro país están dedicadas a los militares. Parece que en Venezuela no sabemos que los países no crecen culturalmente, ni se vuelven potencias económicas y/o tecnológicas gracias a los soldados, sino más bien por el aporte intelectual de sus civiles, que enriquecen el acervo patrio con ingenio y mucha creatividad.

Lo curioso es que no lo hacemos consiente, y se percibe al estamento militar como un dogma que no es puesto en duda ni por los personeros de la MUD. Quien suscribe, solamente en el Aula Magna de la UCV ha visto un cuadro representando a Simón Bolívar como civil, una abierta y valiente manifestación de rebeldía en contra de un sistema militarista que en nada beneficia a la población.

Entendamos algo, las FANB no tienen nada que ver con el Ejercito Libertador representado idealmente en las pinturas independentistas, cuya elegante uniformidad fue reglamentada en Junio de 1826 por Bolívar; ese es el ejército de la Gran Colombia, y dejó de existir en 1831. Las FANB fueron creadas por Juan Vicente Gómez casi 90 años después, siguiendo el modelo prusiano, y con el único objetivo de controlar a las montoneras (bandas de malvivientes armados dirigidas por caudillos locales) y “pacificar” a la población. Es decir, las FANB nacieron para someter a la población al yugo de los gobernantes de turno, no para defender la soberanía y el honor de la patria ante potencias extranjeras.

Así pues, las FANB no son, ni remotamente, el ejército libertador que tanto alardean, en realidad NUNCA HAN GANADO NINGUNA GUERRA. Así es, suena chocante, pero tanta lentejuela, honores, estandartes y plumas, en realidad son del todo injustificados, porque (y no es una apología al belicismo) si de glorias militares se trata, este ejército no nos ha dado ninguna. Jamás estos “soldados” han derramado su sangre por la libertad ni la grandeza venezolana, menos han dejado su vida por la gloria de nuestra bandera… nada de eso. Pretenden recibir los honores del ejército prusiano de Federico II, pero la última vez que se vieron ante la posibilidad real de enfrentar una guerra contra Colombia, durante el mandato del ex presidente Hugo Chávez (Q.E.P.D) sus oficiales y reclutas se pusieron a llorar y a despedirse de sus familiares de la forma más tragicómica y ridícula posible. Ojo… para reprimir estudiantes y civiles desarmados sí hay heroicidad y valentía de sobra.

En conclusión: tenemos un ejército que no gana guerras (que para eso sirven los ejércitos), que no defiende la soberanía nacional (somos una colonia sino-ruso-cubana), y que no garantiza la paz interna (los colectivos armados proliferan en todo el país). Sin embargo, nos controla, somete y exige honores dignos de las tropas napoleónicas de Austerlitz.

En Venezuela, sin importar quien esté gobernando, se ve forzado a lisonjear a las FANB para evitar que le derroquen, amén de la ingente cantidad de gasto público destinado a satisfacer las fantasías armamentísticas de un ejército que no gana guerras, recursos éstos que podrían ser destinados en asuntos más productivos y palpables que se traduzcan en beneficios reales a la población.

¿Necesitamos realmente de una organización que a fuerza de fusiles influya de forma tan determinante en la política y vida de los civiles? ¿Cuál es el valor agregado que aportan los soldados profesionales a la sociedad, hacen falta? Quien suscribe, les invitaría a mirar el ejemplo de Costa Rica y Panamá, que se deshicieron de sus Fuerzas Armadas y desde entonces dejaron de preocuparse por golpes de estado, pues parece que, a lo largo de la historia de toda Latinoamérica, joder a los civiles y mantener sus privilegios, es el oficio por excelencia de los “soldados”.

Víctor Jiménez Ures
@VJimenezUres