La Nación Cavernícola, por Daniel Merchán

La Nación Cavernícola, por Daniel Merchán

 

Mientras el mundo se mueve a pasos agigantados hacia la modernidad, existen países que solo dan pasos en reversa, y no producto de la falta de potencialidades, si no de retrasos ideológicos que marcan a una sociedad, y además siembran en ellas inhibidores del progreso, como si se tratase de un pecado mortal emprender una idea nueva, y mucho menos ejecutarla para bien colectivo, es así como comienzan las disparidades de un planeta no solo diverso en lo cultural, pero también arropado por los contrastes, incluso en los lugares menos esperados.





Ejemplos hay múltiples, de avances en lo cotidiano, y que pueden pasar desapercibidos, desde bicicletas que dejan compañías en las calles de España y se rentan por medio de una aplicación móvil, autobuses con Wifi libre en Guatemala, hasta papel ecológico producto de la caña de azúcar en Colombia, o la utilización del concreto translucido que le da mayor solidez y vistosidad a muchas infraestructuras en México, en fin, todos elementos que están presentes en el día a día de los ciudadanos de estas naciones, y que pueden parecer pequeños detalles, pero que alimentan la personalidad positiva de una población, ahora bien, ninguno de los países mencionados y tantos otros más, han dejado de tener enormes problemas sociales, en los cuales aún tienen deudas por afrontar, pero pueden tener ciertos privilegios como consecuencia de su necesidad e interés de prosperar, lo que sin duda no puede suceder es quedarse aletargado en el tiempo, y lo que es mucho peor, tomar senderos que nos lleven a calamidades superadas por signo propio de la evolución humana.

La sociedad moderna se ocupa de debates mucho más prominentes, el voto por internet o por correspondencia para las democracias innovadoras en términos políticos, el impacto y restricción de la huella de carbono por parte de individuos y organizaciones, el matrimonio igualitario en materia de derechos civiles, la llegada de las impresoras 3D para suplir eventualidades médicas e industriales, la legalización o no de ciertas drogas, las reformas de los paradigmas educativos y la educación a distancia, entre muchos tópicos más, mientras que la otra cara de la moneda muestra una realidad muy lejana a esa agenda de temas, por el contrario mucho más básica, consustancial con la base de necesidades de la pirámide de Maslow, y que como describiera Platón en su mito de las Cavernas, allí solo existen individuos que observan reflejos ficticios, ignorando un mundo libre lleno de oportunidades que hay en el exterior, esas sociedades fueron convertidas en naciones cavernícolas, dominadas por la costumbre, el conformismo y la falta de alternativas, que hoy exponen experimentos fallidos como el de Cuba, Venezuela, Somalia, Haití, Corea del Norte, y algunos más.

El venezolano es quizá el ejemplo más sorprendente, pues aunque repite los males de los otros mencionados, en su peculiaridad los agudiza, y es el que de manera más acelerada muestra un retroceso significativo, pues pasó de ser una nación estable y prospera, a una nación sin institucionalidad eficaz, profundamente polarizada y destrozada económica, estructural, y culturalmente en tiempo record, en ella se viven no solo innumerables dramas de calidad de vida, epidemias de enfermedades sin control, transporte publico casi inexistente, fallas diametrales de lado a lado con ausencia de electricidad, agua, gas, alimentos, internet, y cualquier rubro imaginado, constantes evidencias de conflictividad social, corrupción, persecuciones, hiperinflación y violencia, que tiene como pico ilustrativo el desencadenante de una masa migratoria en diáspora que ya se cuenta por millones, precisamente como resultado de su trance cavernario, donde imperan las máximas trogloditas, y no la razón, emulando un inmenso campo de concentración lleno de sobrevivientes en lucha incesante.

Tal vez, y solo tal vez, una nación cavernícola, cuyo conjunto ya es contradictorio, ya que la caverna no conoce la nación, pero pareciera que la nación avanza desenfrenadamente a la caverna, a la edad de piedra, a la carreta jalada por mulas o caballos en plena era del tren bala, solo pueda salir de su oscuridad si es traspasada por la luminosidad que le cubre desde su exterioridad, y en especial si en lugar de ser reducidos a simples neandertales homo sapiens, se despliegue la naturalidad de la evolución en ir más allá de los limites autoimpuestos o que otros pretenden imponer, algo así vivió en tiempos no tan distantes las dos Alemanias antagónicas de la guerra fría, y la entonces toda poderosa URSS, hasta que la RDA emergió de su caverna, de su precariedad, y fulmino las barreras que le impedían ver la luz de la RFA, solo en ese instante pudo organizar la reunificación y el cambio del modelo, por eso, aunque como me decía alguien hace poco en una conversación, se intente “animalizarnos”, tal vez y repito de nuevo tal vez, es probable huir de tan ruinoso destino, y retornar en el empeño de volver a humanizarnos, ya que incontables veces el gen de la libertad y de la bienaventuranza, descansa palpitando soterradamente convertirse en expresión que salte vigorosamente irrumpiendo de la caverna, que derribe cualquier muro de Berlín, que se plasme en mejores aspiraciones, que signifique bienestar, pero eso evidentemente, cada nación o sociedad lo vive y lo consigue a su entendimiento, a sus ritmos y a sus modos de escribir la historia.

Daniel Merchán M