Víctor Jiménez Ures: La corrupción como política pública

La dictadura se ha inventado un sinfín de mecanismos para intentar atornillarse en el poder y granjearse el apoyo de los funcionarios que la sostienen ante el descontento generalizado de una población que pide a gritos un cambio político, económico y social. Ciertamente, los salarios no alcanzan (y menos los de la Administración Pública) pero los complicados enredos burocráticos en que se pierden todos los que acuden a diario a realizar cualquier tipo de trámite ente los organismos administrativos crean el ambiente perfecto para que estos funcionarios (pilares fundamentales de la dictadura, según la teoría de la Lucha No Violenta desarrollada por Gene Sharp) no solamente “compensen” su escaso salario oficial, sino que obtengan más beneficios de los que habrían aspirado a ganar en todas sus vidas (aunque suene chocante).

Así las cosas, hay quienes cobran por la experticia de verificación legal de vehículos (requisito para venderlo), por sacarte el pasaporte, por apostillar un título, por sacar una cédula catastral, por aprobarte un permiso de ocupación del territorio o un permiso de construcción… hasta para sacarte la cédula… y todo en dólares… desde luego… la economía está dolarizada… todo está dolarizado… menos los salarios ¿por qué los salarios no están dolarizados? Sencillo, veamos:

1- Al permitir la libre circulación de divisas extranjeras se liberó en gran medida la presión ejercida sobre el mercado pues, ciertamente, la mayor parte de los bienes ofrecidos en Venezuela son importados y por tanto valorados en dólares. Tomemos en cuenta que el sector productivo del país fue concienzudamente desmantelado y por tanto la dependencia de las importaciones es absoluta.





Notemos que apenas se permitió la libre circulación de dólares, los anaqueles de muchas cadenas de supermercados se llenaron de productos que los venezolanos llevábamos años sin ver, pero a precios que son imposibles de pagar para quien recibe su salario en una de las monedas más apaleadas del orbe occidental. Lo mismo aplica para medicinas, repuestos de vehículos y todo cuanto se les ocurra…

El mercado es cobarde y no tiene amigos, de hecho, a veces es despiadado. Se descriminalizó la compra y venta de dólares y automáticamente se generó un mercado elitesco en que unos cuantos pueden adquirir productos que para todos los demás son solo un recuerdo, un recuerdo amargado por el hambre y la carestía.

Aquellos que no están dolarizados, pues ni modo… a pasar hambre, a morir de enfermedades medievales, a quedarse sin carro, sin zapatos, sin celular… coño, sin jabón para lavarse el culo… así estamos…

2- Ahora bien ¿dijimos “mercado elitesco” no? En líneas generales, el ser humano es egoísta por naturaleza (Aunque esta opinión puede debatirse, y de hecho ríos de tinta han corrido en la disertación filosófica sobre la naturaleza del ser humano) y mientras tenga garantizadas las prebendas que le permitan sobrevivir de manera más o menos decente e incluso sentirse privilegiado en relación a sus congéneres, pasará de la idea de tomar partido en contra de alguna situación que resulte lesiva para la mayoría.

He ahí la trampa, buena parte del funcionariado se enriquece ilegitamente en un sistema que creó las condiciones para esa situación, y en ese aspecto, el discursito que tienen es más o menos el mismo: “Bueno, pero lo mío no es tan grave, yo no soy como Diosdado”, “La cosa está dura, necesito garantizarle la comida a mi familia”, “Si yo no lo hago, alguien más lo hará”. Ellos lo saben, al caer la dictadura no podrán seguir haciendo de la administración pública un mercado municipal, se les acabará el “pan de piquito” y les tocará volver a ganarse el salario con el sudor de su frente (en el mejor de los casos). Desde luego… después de enriquecerse durante años a base de corrupción, las perspectivas de trabajar por un salario no son precisamente atractivas.

3- A la dictadura no le conviene dolarizar legalmente, porque eso implicaría reconocer que el salario mínimo no llega a los 8 dólares mensuales, pero además, debemos recordar que el Estado es el mayor empleador del país y no tiene divisas para pagar tantos salarios, de modo que, en líneas generales le resulta preferible seguir pagando con dinero inorgánico. El desastre es tal que la mayor parte de las transacciones se hacen con tarjeta de Débito (las TDC murieron) sustentadas en dinero imaginario creado por la dictadura; al fin y al cabo, papel moneda NO HAY…

Así las cosas, al sector privado (que ha logrado sobrevivir) tampoco le conviene que se dolaricen los salarios, prefiriendo un esquema económico en que las mercancías y productos son estimados en dólares, pero los salarios en bolívares “soberanos”, configurándose un sistema perverso parecido a la esclavitud.

Actualmente, unos pocos (empresarios, algunos comerciantes y funcionarios corruptos) florecen o al menos sobreviven, flotando sobre una inconmensurable masa de venezolanos depauperados forzados a sobrevivir en la peor de las pobrezas. ¿Leyeron Rebelión en la Granja, de Orwell? Se los recomiendo… llegamos al punto en que los cerdos gobiernan en el cenit de su poder… esto es el Socialismo del Siglo XXI… y también el del Siglo XX en China, Corea, Rusia, Vietnam y Cuba… esto, estimados lectores, es el fin último del Socialismo. ¡Que no se nos olvide!

Dios bendiga a Venezuela.

Víctor Jiménez Ures

@VJimenezUres