Alfredo Maldonado: ¿Quo vadis, Guaidó?

Alfredo Maldonado: ¿Quo vadis, Guaidó?

Vamos a estar claros, ¿cuáles son los tres gobiernos que tiene actualmente Venezuela? Sí, tres.

Uno, armado hasta los dientes, atrincherado tras los militares y los artilugios y recursos del poder, que sabe que está rodeado por todas partes, con amplios ejércitos disparándole por todos los alrededores de la fortaleza mientras los obreros de ese gobierno atrincherado mas o menos tratan con más ilusión que habilidad de reparar los daños del bombardeo, con la guía mejor o peor de expertos zapadores cubanos, iraníes, petroleros rusos y demás miembros de la pandilla. Fuera de las murallas, ese Gobierno no gobierna a nadie y hacia afuera dispara a todo lo que se mueva. Y cuando se dispara a todo, se puede atemorizar mucho pero se acierta poco.

Afuera está otro gobierno, que no logra derribar las murallas ni derribarlas.





Ese gobierno extramuros lo maneja un montón de individuos y mantiene a un abanderado yendo de un lado a otro, Juan Guaidó, llevando la buena nueva, el evangelio del rescate de Venezuela, el Corán de la libertad y todo eso. Pero una cosa es ser abanderado, el hombre al frente, la trompeta de la esperanza, y otra ser el jefe. Que es lo que no están dejando ser a Juan Guaidó.

Un país, un pueblo, como un ejército, o una empresa, o un condominio, puede tener organismos colegiados, grupos de asesores, confabulaciones de amigos y familiares, pero siempre necesita un jefe. Una cabeza, el que manda, el que decide, el de la palabra final, el no va más, el que da la cara igual que las órdenes.

Pocos gobiernos hay en el mundo y en la historia como el de Estados Unidos, o los de grandes naciones líderes como Gran Bretaña, Alemania, Japón, Francia, para sólo citar los más destacados –dejo afuera a China y Rusia porque estamos hablando de democracia- más controlados, supervisados, escudriñados, vigilados. Pero hay un jefe, una cabeza, un líder que manda y decide finalmente, aunque tenga que consultar, negociar, pactar. Donald Trump, Theresa May, Ángela Merkel, Shinzo Abe, Emmanuel Macron, no son tiranos, responden a un congreso o parlamento y negocian con partidos que los apoyan o se les oponen. Pero son jefes, cabezas, responsables de la marcha del país, reciben estímulos tanto como críticas. Sean sistemas presidencialistas o parlamentarios, cada uno tiene un jefe claro, definido, con poder. Que es lo que parece no tener el Gobierno interino de Venezuela.

Dejemos algo en claro, soy de los que cree que Guaidó es un dirigente providencial, la grata sorpresa, el receptor y por ahora dueño de las esperanzas y emociones de una abrumadora, clarísima, aplastante mayoría de ciudadanos de todas las regiones del país, de todos los niveles socioeconómicos, de todas las edades y sexos, soy un convencido de que debe ser el próximo Presidente de la República. Por ahora, es el tercero de los gobiernos venezolanos, el más emocionante pero también, me da esa impresión, el más débil.

Tengo la sensación, y se que muchos venezolanos también la tienen, de que Juan Guaidó tiene demasiados consultores y cogobernantes alrededor, que sigue siendo al mismo tiempo parlamentario militante de un partido político que debe sentarse a escuchar lo que dice el jefe de su partido, y los diversos jefes partidistas, diputados e impositores de condiciones y nombramientos. Si me equivoco, me disculpo, pero es que ésa es la sensación que me angustia, que no estamos siendo dirigidos por un líder, por un jefe que toma las decisiones que tenga que tomar para gobernar, sino que seguimos a un abanderado carismático por originalidad y también por delegación condicionada. Dos gobiernos, uno que busca sobrevivir al otro, que es más llamativo y prometedor, pero rodeado.

No puedo evitar preguntarme cuántos de los integrantes de ese entorno realmente están dispuestos a echarse a un lado y a respaldar a Juan Guaidó por Venezuela y no pensando en sus propias ambiciones y posibilidades personales. No puedo evitar preguntarme si tendremos un Gobierno de Juan Guaidó apoyado por la oposición, o una oposición discutiendo y analizando cada cual con sus propios panoramas las decisiones que después anuncia Guaidó.

Él debería ser el que converse y negocie con los jefes de estado que le están brindando apoyo, y no puedo evitar preguntarme si lo está haciendo de acuerdo a su leal saber y entender, o si a cada conversación con otros presidentes lleva todo un saco de exigencias y condiciones a cuestas. Y que lo de que quien da las órdenes es Donald Trump no es más que otro de los pretextos del Gobierno ilegitimado, desconocido por muchos y persistentemente defendido por intereses rusos, chinos, minicaribeños, turcos y otras codicias, y –según afirman- firme y estratégicamente dirigido por La Habana desde aquí mismo, desde Venezuela.

O, wishful thinking, Juan Guaidó sólo está ejerciendo paciencia china hasta que pueda quitárselos a todos de encima. A lo mejor, después de todo, quizás también Donald Trump está aplicando la paciencia tranquila y calculada del todopoderoso.

Amén.