¡Venezuela no es un negocio, es una nación!, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Lo señala cualquier venezolano recio, de respeto y recto proceder, trabajador incansable y perseverante, orgulloso de sus principios y de sostenerlos. Es lo que muchos piensan, pero no se atreven a decir. Que algunos politiqueros oportunistas, independiente de su ideología, capacidad y voluntad de trabajo, interpretan al país como un vasto escenario para hacer negocios. Pueden ser votos de compra y venta, ayudas de ocasión o intención, favores de otorgamiento y/o reclamo, pero siempre transacciones con dineros revoloteándoles las cabezas para el programa en desarrollo, partido, gastos necesarios, honorarios, cuentas bancarias dentro y fuera del país, asegurar vejeces, pasar holgados y tranquilos períodos de oposición fuera del poder o la política, y, por supuesto, mantener de manera adecuada a la familia y relacionados.

Por eso a ciertos apadrinados por bolichicos y beneficiados de otras alimañas poco les importa que no exista presupuesto para el pago en los poderes legislativos, que la gente siga acudiendo en busca de “una ayudita ahí, mi doctor”, mantener equipos de actuación, giras, visitas, vacaciones, estudios y juguetes; prendas, carteras, zapatos y vestidos para la esposa, obsequios del amorío casual, ofrenda a la seducción, regalos al romance y divisas para los viajes “de trabajo”.

Los políticos decentes, honrados, los que se oponen a seguir viendo la política como un botín y al país como una mina de oro, son excepciones que la gente suele confundir con irrelevancia y pendejera. Son los mismos simpatizantes, seguidores, vecinos, y honestos ciudadanos que miran a otro lado ni se hacen preguntas, los primeros que carecen de integridad para hablar de pureza de bolsillos y cuentas. La sanción moral es urgente para recomponer la sociedad





En Venezuela ha crecido un Estado que todo lo tiene, controla y maneja implacable aquél viejo aserto de la mafia de “te hice un favor, me debes un favor”. Un Estado que, por gigantesco, inflado y con todo a disposición, se convierte en un mega proveedor de favores, concesiones, máquina de emitir contratos y billetes, remolino infernal de ayudas inmorales y complicidades. 

“La mujer del César no sólo debe serlo sino parecerlo”, así, con esta frase, respondía Cayo Julio César cuando le pedían, no se divorciara de su esposa, Pompeya. Hoy no se cree en la honestidad prístina de un político, cada uno de ellos debe demostrarla. Tarea mucho más fácil de lo que parece, si de verdad, es honesto. Porque la deshonestidad, como la tos y riqueza mal habida, es difícil de ocultar, cuando hay muchos tosedores y demasiados que se les acercan, complacientes, esperando ser contagiados.

Un ejemplo actual sería los que intentan iniciar una transición con quienes destruyeron el país, alegando la conveniencia de la inclusión otorgándoles cabida a todos incluyendo a personajes nefastos, lavadores de dinero mal habido, contratantes ladrones del erario público y prófugos de la Justicia, resulta de interés nacional, cuando en realidad es un negocio.

Es momento de recalibrar, revisar la hipocresía del perdón y la amnistía irresponsable que asesores del Presidente interino promueven, cuando ha sucedido la vergüenza ciudadana y militar de Hugo Carvajal, sancionado por considerarlo operador del Cartel de los Soles, hoy preso en España, que se presenta y dice -sin ser desmentido- asesor militar.

Otra muestra del negociado ramplón es que, colaboracionistas, asaltantes del tesoro público y mercaderes de siempre, proponen negociar con el sector madurista del chavismo elecciones pactadas, en un acuerdo de impunidad amparados en la Ley de Amnistía.

El tiempo parece dar la razón a quienes alertan sobre el compromiso oficialista con la primitiva política, es decir, lo que se conoce como dictadura opositora del G4 en el Frente Amplio que, al perder el poder de convocatoria, se aferra al joven que, si tiene apoyo y fe populares, usándolo como trampolín para sus ambiciones. De lado quedan grandes sectores, que con valentía y coraje se comprometen porque no perciben a Venezuela como un negocio, sino como una nación digna, de principios éticos, valores morales, y por ello, imbatible.

Esa pretensión asestaría un golpe mortal a la voluntad popular, asegurándose poder y supervivencia, en el marco institucional a la degradación socialista y perverso castrismo, en un esfuerzo por legitimar al chavismo, error que, de concretarse, nos pesará en el futuro.

El problema, más que la honestidad misma, está en cómo se perciben la república, la ciudadanía, el poder, el Estado. Asumirlo como servicio público es una cosa. Manejarlos como negocio, otra. Cuando lo políticos no vean a Venezuela como un negocio, seremos una gran nación.

Entretanto da la sensación que existe una táctica ruin de llevar al límite de desesperación al venezolano, para que, al final, acepte, rendido, cualquier proposición. Angustiante pensar que la anticuada clase política asuma el control del poder y asegure impunidad a quienes devastaron y arruinaron Venezuela, la ciudadanía quedará indefensa y sin futuro, a merced de picaros, trúhanes y bribones.

El antídoto para que no suceda semejante atrocidad, es la subversión constitucional y pacífica de la sociedad venezolana, la toma de conciencia, negarse a seguir siendo mansos borregos de infames pastores cuyo interés es el propio sin importar la carencia ajena. Hay que actuar con aplomo y coraje, solo así se producirá la posibilidad del quiebre o fractura de los sectores institucionales. Hagamos caso omiso y rechacemos el grosero chantaje del silencio y maniobra unitaria, no renunciemos jamás a confrontar nuestras visiones y miedos con la realidad.

La Venezuela consiente es la única garantía de libertad.

@ArmandoMartini