El método de Abraham Lincoln para protegernos de las críticas destructivas

Lincoln
Foto: Abraham Lincoln / Librería del congreso de los Estados Unidos

 

Nadie probó el sabor de las críticas como Abraham Lincoln. El historiador Donald Phillips escribió: “Fue difamado, criticado y odiado tal vez más intensamente que cualquier otro hombre que se postulase para el cargo más alto de la nación…” En la prensa de la época no escatimaron en insultos. Pero Lincoln no se vino abajo, reseña Rincón de la Psicología.

¿Cómo protegerse de las críticas injustas?





1. Sigue brillando, como la luna

Cuentan que un día, durante uno de los períodos más oscuros de su presidencia, Lincoln caminaba por una calle cerca del Capitolio en Washington cuando un conocido lo alcanzó. El hombre sacó a relucir el creciente sentimiento anti-Lincoln que se vivía en Washington y extendía por todo el país.

Con brutal honestidad, relató a Lincoln muchas de las cosas que se decían sobre él y sus políticas. Mientras hablaba, Lincoln permaneció completamente en silencio, escuchando.

Luego Lincoln se detuvo, miró directamente al hombre y le dijo:

“Te he escuchado, pero déjame contarte otra historia. Usted sabe que todos los perros tienen la costumbre de salir por la noche y aullar a la luna. Y siguen aullando mientras la luna sea visible en el cielo”.

Entonces dejó de hablar y continuó su caminata. Confundido por la respuesta de Lincoln, el hombre le pidió:

“Señor Lincoln, no ha terminado su historia. ¡Cuéntame el resto!”

Lincoln solo le respondió:

“No hay nada más que contar. La luna sigue brillando independientemente del aullido de los lobos”.

Lincoln se refería a que en muchas ocasiones simplemente debemos ignorar las críticas injustas, maliciosas y que no nos aportan nada. De hecho, en una carta a Cuthbert Bullitt escribió: “A veces algunas personas pueden intentar humillar mezquinamente a un hombre, solo tendrán éxito si este permite que su mente se desvíe de su verdadero objetivo para meditar sobre ese ataque”.

2. No respondas impulsivamente, sé autodisciplinado

A veces es más fácil decir ciertas cosas que llevarlas a la práctica. El escudo de racionalidad y objetividad que podemos construir no es inexpugnable. A veces hay críticas tremendamente injustas que provienen de personas significativas que nos hieren en lo más profundo y provocan una intensa reacción emocional. Lincoln tampoco era inmune a ello. Pero tenía una solución: la autodisciplina.

Cuando se enfadaba con alguien que le había criticado, le escribía una carta en la que expresaba lo que sentía. Pero nunca las enviaba. Esas cartas fueron descubiertas en un cajón de su escritorio. Lincoln conocía el poder terapéutico de la escritura, y también era consciente de que podemos arrepentirnos de aquellas decisiones tomadas precipitadamente. Por eso, prefería dar rienda suelta a sus emociones en privado y luego, con la mente más fría, abordar el asunto de manera más tranquila y equilibrada.

 

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