Cástor González: ¿Por qué seguimos?

Cástor González @castorgonzalez

 

Ya han pasado veinte años desde que quienes entonces eran mayoría decidieron dar un salto al vacío y lanzar a Venezuela por un despeñadero. Hipnotizados por los cantos de sirena de quienes embaucaron al país con el populismo más obvio y puro, donde hasta dirigentes experimentados y poseedores de elevadas convicciones democráticas cayeron en la trampa, arrastrando como formadores de opinión pública a una mayoría que soñaba con reivindicaciones elementales al accidente histórico más terrible de nuestra era republicana. Pero en muy poco tiempo, recién cumplido el primer año de desgobierno de la nefasta era chavista, quedó muy claro y revelado que lo ofrecido no era otra cosa que una vulgar y simple estafa. Quedó al descubierto que lo que se avecinaba era por una parte la exacerbación de la pobreza ya de por si alarmante; y una severa restricción de las libertades democráticas, como en efecto ocurrió, cuando hoy, podemos constatar que la miseria crece a un ritmo exponencial y la democracia sencillamente no existe.

Mirar atrás y evaluar el camino recorrido en los últimos cuatro lustros no es grato. Es reconfortante para el espíritu de quien suscribe saber que nunca caímos en la trampa del discurso populista, pero al observar los centenares que han fallecido al manifestarse, los centenares de presos y exiliados por razones políticas, encontramos la primera respuesta a nuestra pregunta de por qué seguimos en pie de lucha y con la motivación intacta para impulsar el cambio. Si durante algún tiempo se disimuló, se ocultó o se engañó al mundo sobre el talante democrático del desgobierno, hoy no queda duda de que inclusive las libertades mínimas de expresión, asociación y sufragio se han desvanecido, al igual que la legitimidad de origen que siempre invocaron y no por casualidad más de cincuenta países de la comunidad internacional así lo asumen. Rescatar para nosotros y nuestros hijos las libertades esenciales para ejercer plenamente nuestros derechos como ciudadanos constituye entonces una de nuestras más importantes motivaciones y por tanto, parte de la respuesta al por qué seguimos apostando y trabajando por alcanzar el anhelado cambio político.





En la otra esquina de la ecuación del sustento a nuestro empeño en sustituir el modelo regresivo y de ruina que ha desgobernado al país en los últimos veinte años, está el anhelado bienestar de todos, la calidad de vida, la normalidad, la dignidad de una compensación justa al esfuerzo con salarios dignos y el rescate del poder adquisitivo; la seguridad jurídica y la certeza de que lo que se construya no será robado por el capricho populista; la seguridad personal y la tranquilidad de poder transitar nuestras calles sin el temor de ser víctima del hampa desbordada; la promesa del ascenso social como retribución al mérito y no al resultado del guiso; la justicia que castigue ejemplarmente desde la falta más elemental de quien se coma una luz roja, pasando por el corrupto que se apropia de los dineros del pueblo y a cualquiera que cometa un delito sin importar de quien se trate o cuanto tenga. Y es que alcanzar lo descrito no es una utopía, ni mucho menos imposible, sino que es lo mínimamente normal a lo que debemos aspirar y por lo que debemos trabajar como ciudadanos.

Por lo pronto, un obstáculo importante se exhibe entre la Venezuela oscura, anormal, corrupta, injusta y populista; y la Venezuela que tendremos, la brillante, la normal, progresista, justa y de oportunidades. Ese obstáculo es la Estafa del Siglo XXI encarnada por el desgobierno. Ese obstáculo ha sido difícil de superar y ha demostrado ser un hueso duro de roer, pero por eso, debemos revisar lo que motiva nuestro empeño, que está lejos de ser un capricho, para insistir, persistir y seguir hasta alcanzar los objetivos.

Cástor González
Abogado
Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana -CPFC-
@castorgonzalez