Olec Gordievsky, el espía que evitó la Tercera Guerra Mundial

Olec Gordievsky, el espía que evitó la Tercera Guerra Mundial

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Foto: Oleg Gordievski sigue viviendo retirado y con nombre falso en una casa segura de un anodino barrio de Inglaterra a la que se trasladó poco después de escapar de Rusia / elmundo.es

 

El espía más famoso del mundo no era un espía. Los agentes de inteligencia no van por la vida conduciendo descapotables, ni seduciendo a chicas playboy, ni pidiendo Martini con vodka en los bares más glamurosos del planeta (mezclado, no agitado). Los espías de verdad tienen una existencia precaria, agónica, gris y anodina. Nunca llaman la atención porque su actividad se ejerce en las sombras.

Por Alberto Rojas / El Mundo





Un espía de verdad fue Olec Gordievsky, cuya vida posee todos los elementos novelescos posibles, incluido el reclutamiento, la ilusión de pertenecer a una élite llamada KGB, el entrenamiento en la tenebrosa escuela 101, la desilusión por la construcción del muro de Berlín, el terror soviético y la llamada Primavera de Praga, su traición a la URSS y su conversión en doble agente del británico MI6, con cuyo servicio secreto trabajó, jugándose una ejecución en Siberia, hasta que fue descubierto por los rusos en 1985.

En la figura de Gordievsky se juntan el papel de traidor a la URSS por vender secretos de Estado a los británicos, y la de héroe por esa misma razón: dos de sus contribuciones más importantes fueron evitar una confrontación nuclear con la Unión Soviética e identificar a Mijail Gorvachov como el heredero del poder soviético (y su liquidador) mucho antes de que fuera elegido. En el primer caso, el contexto era el de las maniobras Able Archer 83 de la OTAN. A diferencia de los simulacros rutinarios de ataque nuclear que se hacían cada año, en 1983 la Alianza usó una nueva codificación, colocó su alerta en Defcon 1, la máxima, silencio de radio y movilizó a los jefes de Estado, además de desplegar misiles atómicos en el telón de acero, conocidos como Pershing II.

Eso hizo que Leonidas Brezhnev y su cúpula creyeran, con su paranoia habitual, que la OTAN preparaba un ataque nuclear a la URSS. Como respuesta, cebaron sus propias armas atómicas y fijaron el 11 de noviembre de aquel año como la fecha para comenzar la ofensiva. Todos los altos cargos del KGB repartidos por Occidente, incluido Oleg Gordievsky, recibieron el 9 de noviembre un mensaje de Moscú informando de forma incorrecta de los planes de ataque estadounidenses. Gordievsky alertó al MI6 de los miedos soviéticos de un ataque real. El MI6 a su vez lo comunicó a la CIA y esta agencia, al mismísimo presidente Reagan, al que le pareció inconcebible la idea de que los soviéticos creyeran que los simulacros fueran en realidad planes de ataque reales. Pero el riesgo al armagedón existió.

El aviso de Gordievsky provocó que la OTAN bajara la tensión, que se fijara una reunión entre Ronald Reagan y el último presidente de la URSS, Mijail Gorbachov, en 1985. ¿Cuántas vidas salvó con aquel gesto? Millones.

 
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