Carl Bildt: Las prioridades estratégicas de Rusia, vistas desde adentro

 

Mientras la Unión Europea se prepara para un nuevo liderazgo esta semana, y en momentos en que el presidente norteamericano, Donald Trump, ha lanzado su campaña por la reelección en 2020, el presidente ruso, Vladimir Putin, está sentado tranquilo con un mandato que se extiende hasta 2024. ¿Pero qué es lo que Putin pretende hacer exactamente con sus próximos cinco años en el Kremlin?





Al igual que los líderes de todas las potencias importantes, la elite de Rusia debe regularmente intentar adivinar el futuro, para dar forma a las prioridades estratégicas del país de manera de anticipar los posibles desafíos. Estados Unidos realiza estas evaluaciones cada cuatro años bajo la dirección del Consejo de Inteligencia Nacional; la UE lo hace cada cinco años y acaba de publicar un estudio semi-independiente de las tendencias globales factibles entre hoy y 2030.

En el caso de Rusia, el pronóstico geoestratégico es una de las actividades del Instituto Primakov de Economía Mundial y Relaciones Internacionales (IMEMO), un organismo semioficial que ha publicado una perspectiva global para 2035. En términos generales, su evaluación de las tendencias futuras es similar a la de Estdaos Unidos y de la UE. Donde el informe se vuelve interesante es en su apreciación de las implicancias para Rusia. Los autores identifican varios dilemas estratégicos que enfrentará el país.

Por ejemplo, según el informe, la principal prioridad de Rusia es “preservar y mejorar su posición en la jerarquía mundial de poderes y responsabilidad”. Pero lograrlo exigirá una “reconstrucción estructural de la economía rusa”. Es decir, sin reformas económicas de amplio alcance –o lo que los autores describen como “cambios radicales”–, la postura internacional de Rusia casi con certeza decaerá. El mismo argumento se escribe con gran fuerza en el aclamado libro de Anders Aslund Russia’s Crony Capitalism (El capitalismo de los aliados de Rusia).

Luego de debatir la situación económica de Rusia, que no es un dato menor en absoluto, el informe aborda una cantidad de cuestiones geoestratégicas complicadas. Los autores esperan un “conflicto político inevitablemente prolongado con Occidente en conexión con el papel de Rusia en el espacio post-soviético, ante todo al definir el futuro de Ucrania y los territorios vecinos”. En el corto plazo, concluyen que estas tensiones obligarán a Rusia a recurrir a China y a Oriente.

La implicancia es que los autores no ven ninguna resolución posible a los conflictos que Rusia ha generado en su intento por minar la soberanía de sus vecinos inmediatos. El estudio simplemente da por sentado que el Kremlin seguirá persiguiendo políticas revanchistas en el exterior, a pesar del impacto negativo evidente que su comportamiento agresivo tuvo en la posición internacional y la economía doméstica de Rusia. Es como si las incursiones ilegales de Rusia en Georgia y Ucrania fueran simples cuestiones históricas, que no admiten una solución en el presente.

En cuanto a un acercamiento a China, éste ha sido un hito de la política exterior del Kremlin al menos desde que la anexión de Crimea por parte de Rusia en marzo de 2014 provocó sanciones occidentales. Este año, Putin ya ha visitado al presidente chino, Xi Jinping, en Beijing y Xi se ha reunido con Putin en Moscú y San Petersburgo.

El problema, como demuestra el estudio de IMEMO, es que buscar una cooperación más estrecha con China realmente no es una opción viable para garantizar el desarrollo de largo plazo de Rusia. “En el largo plazo”, señalan los autores, “la cooperación con China y otros países de Asia-Pacífico no puede convertirse en una alternativa estratégica para la cooperación con Occidente”. En consecuencia, los autores creen que el Kremlin debería estar dirigiendo sus esfuerzos hacia “elaborar su propia agenda para una cooperación activa posible con” Europa y Estados Unidos.

El resultado, entonces, es que Rusia no sólo no se ha modernizado como debía; también se enredó en conflictos regionales que han precipitado una crisis con las potencias de las que depende su propio desarrollo. Esto ha obligado a Rusia a depender cada vez más de China, aunque sabe que volverse un socio menor de su vecino del este no es una manera deseable de avanzar. De uno u otro modo, Rusia debe encontrar la manera de restablecer las relaciones con Occidente. Esto no puede suceder de inmediato, dado que el conflicto con Ucrania sigue siendo una cuestión candente; pero debe estar en la agenda de largo plazo.

La solución obvia al dilema –admitir que el conflicto con Ucrania fue un enorme error estratégico y buscar un acuerdo honesto- probablemente estaba más allá del mandato de un estudio como éste.

La pregunta, por supuesto, es si el propio Putin se toma en serio los estudios de IMEMO, o si inclusive los lee. Sinceramente lo dudo. Lo más probable es que las evaluaciones de seguridad de corto plazo sean lo que llama su atención. De todos modos, es notable que una institución semioficial respetada con un fuerte respaldo entre los miembros influyentes de la elite rusa haya generado un informe como éste. Aunque el lenguaje suele ser cauteloso y oscuro, es una crítica clara de toda la estrategia de Putin en materia de política exterior.

Es más, IMEMO está absolutamente en lo cierto: Rusia ha creado una situación en la que su postura global bien podría deteriorarse. Los continuos conflictos con sus vecinos a expensas de su relación con Occidente inevitablemente le impedirán perseguir una modernización y un desarrollo económicos. Y, sin un fuerte sustento económico, no tendrá posibilidades de asegurarse una “posición respetable en la jerarquía mundial de poderes y responsabilidad” que Putin parece encontrar tan importante.


Publicado originalmente en Project Syndicate