El partido formidable, por Justo Mendoza

Justo Mendoza

 

Acción Democrática arriba a 78 años de fundado. Se existencia ha estado signada por una equilibrada fogosidad en tiempos democráticos y la azarosa presencia, empecinada y terca, en tiempos de dictadura, bien en los autoritarismos clásicos del siglo XX o en los regímenes filocomunistas, cuasifascistas y protototalitarios del siglo XXI, tal cual este del chavomadurismo.

Por Justo Mendoza





Con una ideología categorizada en sus papeles fundacionales del Partido Democrático Nacional (PDN) como nacional revolucionaria y democrática -con lo cual evitó alinearse al nicho marxista o socialista de izquierda y marcar trecho del liberalismo clásico reaccionario derechista- buscando un sincretismo entre el nacionalismo civilista (que nos llegó tarde a los venezolanos para sustituir el nacionalismo patriotero caudillezco a lo Cipriano Castro, desenterrado por Chávez) y la capacidad transformacional de lo revolucionario en tanto que capacidad y acción de cambio permanente. La reflexión teórica de la “ciencia política” y el hilo internacional de la socialdemocracia bernsteiniana encontró, en la década de los ’60, en AD una razón de maternidad para determinarse como un partido socialdemócrata. Los finales del siglo XX y la sísmica realidad política de Latinoamerica (Latam), del XXI que ha remecido hasta los cimientos las ideologías y sus visiones continentales, han afectado por el vituperio de la antipolítica -ésta, desprecio desde la derecha reaccionaria y mascarada táctica en la izquierda marxista- las posiciones socialdemócratas; algunos migrando al liberalismo de todo pelaje o sometiéndose a ser comparsa de corrientes castrocomunistas, trasvestidas en ambientalistas o indigenistas, cuando no nacionalistas y siempre anti imperialistas “antiyanqui”: AD no se acomplejó con el tema ni en los años 60 ni con la ideologia que espoleó afiebradamente el chavismo; y sin abjurar de su naturaleza socialdemócrata -y de corte estructuralista- se hizo más funcionalista para adaptarse a relaciones contingentes y cortoplacistas. Mas, sin embargo, hay un aspecto medular en AD que resiste todos los embates y los ciclos tácticos, que es su relato conductor: la democracia sufragista, el concepto pivotal del significado del voto y el rechazo a la anarquía.

Construir democracia es el tema de AD, con incontrovertible vigencia en la Venezuela del 78 aniversario.

Se construye democracia, gestión pública e instituciones laborando todos hacia un propósito común: UNA VENEZUELA LIBRE Y DE LOS VENEZOLANOS como reza la consigna accióndemocratista. Los adecos asumimos y practicamos la democracia porque es el sistema de las instituciones; y más, el sistema de la gestión controlada por el pueblo del cual emergen dichas instituciones; pueblo hecho contralor, desde el atributo de la gobernabilidad, que reclama no sólo legitimidad sino también eficacia lo cual incluye crecimiento económico, estabilidad política y desarrollo humano: esto es, calidad democrática.

El léxico de la política express, de la licuefacción de la política, hablan peyorativamente de los partidos tradicionales, históricos, a ser sustituidos por “formas siglo XXI de hacer política” que en la práctica son postigos que se abren a la corrupción, el oportunismo, el populismo clientelar y la irresponsabilidad en el manejo de lo público y la burla a lo privado. Así, señalan a “los viejos partidos” y a “la vieja política”. Ahí fichan a AD ¡Doble equivocación! Pues no hay ni vieja ni nueva política ¡Hay mala y buena política! En esta se inscribe AD: su gestión pública lo confirma. Y en cuanto al viejo partido, un legado político formidable que es una garantía al pueblo, a los ciudadanos, de consistencia de una acción partidista sólida, persistente, recogida en tesis con viabilidad estratégica porque AD es un partido de carne y hueso. Bien lejos estamos de engrosar la lista de la “modernidad líquida” en la política: partidos líquidos, sin doctrina, ni organización ni tesis programática: carecen de sujeto político.

AD es por antonomasia la socialdemocracia, como eje y pivote sin exclusiones. Y es la realización del sueño de cualquier líder democrático que centre su doctrina en la pluralidad, la organización y lo propositivo y lo posible, sin demagogia rampante ni pastoreo de nubes.

Usamos la tecnopolítica y apelamos a todas las herramientas comunicacionales que la ciencia y la tecnología ha puesto al servicio de los ciudadanos y naciones. Pero lo que nunca dejamos de hacer es comunicarnos de tu a tu con nuestros conciudadanos, vernos y tocarnos para asimilarnos en un mismo afán; encariñarnos con lo que creemos y ponerlo en práctica con disciplina y responsabilidad ciudadana. Nunca sustituiremos el comité local por el WApps ni la organización por el PowerPoint o modelos prefabricados en las redes que, fallidamente, intentan sustituir la realidad. No hacemos política como técnica sino como interacción. Todos esos avances los ponemos al servicio de nuestro recurso más valioso: el dirigente de base y parroquial, el activista, quien hace acompañamiento en la lugaridad. Somos el partido de la democracia.

Somos -y orgullosamente lo proclamamos a los 78 años- parte de un anhelo civil, venezolanista y demócratico, permanente, “de carne y hueso”: somos, AD, un proyecto y una visión de nuestro más aguerrido y valioso militante: Rómulo Betancourt.