Catia merece algo mejor, por Víctor Jiménez Ures

 

Hace pocos días (el 7 de diciembre) la Parroquia Sucre de Caracas cumplió 83 años de fundada, y su aniversario pasó sin pena ni gloria, incluso para sus propios habitantes. Catia, la vieja Catia, cuya historia se remonta a los primeros años de la colonización, es uno de los sectores caraqueños más injustamente maltratados por el quehacer político de personajes que solo se sirven de ella para extraer votos en época electoral.





Por Víctor Jiménez Ures

Catia tiene un clima envidiable, una ubicación estratégica inmejorable para el comercio internacional (por su cercanía al principal puerto del país), una vasta extensión territorial, una economía vibrante y una demografía que, pase lo que pase, siempre está creciendo; debería ser la parroquia más rica de Caracas, y en lugar de eso la convirtieron en un pantano neblinoso, lleno de basura, oscuro y peligroso. Su gente, valiosa y trabajadora como pocas, ha sufrido durante años el estigma de clichés y estereotipos injustos que no representan a la inmensa mayoría de los catienses.

Tristemente en el imaginario colectivo de muchos caraqueños, alimentado incluso por la cultura política vigente en nuestros días, los catienses somos un gentilicio brutazo, formado indistintamente por borrachitos de plaza y delincuentes; por gente floja, viciosa, conformista y resentida. Sí, se lee chocante, pero hay quienes realmente creen que todos los catienses tenemos perennemente el juicio nublado por el alcohol y/o las drogas. A los catienses se nos subestima, y el sistema político contribuye a ello promoviendo la visibilización de “liderazgos” estereotipados que “se parecen a sus parroquianos” (según ellos), y que en realidad representan todo lo que (léase bien) NO QUIEREN SER LOS CATIENSES.

Basta con pasearse por la parroquia en la madrugada de cualquier día laboral, para descubrir a los catienses saliendo de sus casas, incluso antes de que salga el sol, sobreponiéndose al frío y a la oscurana, para luchar por sus familias y sus sueños. Los catienses somos niños en uniforme escolar, y chamos que están sacando su carrera universitaria y/o están ocupados trabajando dignamente para mantener a sus familias. Los catienses somos costureros, choferes, obreros de la construcción y vendedores; pero también somos abogados, ingenieros, arquitectos, músicos, fotógrafos, enfermeras, médicos y contadores. Muchos catienses somos maestros y profesores, somos policías y militares, somos comerciantes, somos activistas de los Derechos Humanos premiados en Washington y también presidentes de la FCU de la UCV. Somos locutores, somos artistas, poetas, pintores y escritores. Somos empresarios , industriales y constructores. Los catienses somos madres y padres, hijos y hermanos, esposos, amigos y también compañeros.

Todos los catienses estamos enamorados del frío, y de la neblina vespertina; y todos los días al caminar por nuestras calles lo pensamos, y también lo decimos: Catia podría ser mejor, Catia puede ser mejor. Catia merece un entorno sano, limpio y funcional; un reordenamiento urbanístico de la parroquia y un enfoque distinto en la resolución de sus problemas estructurales; Catia merece representantes dignos, que estén a su altura; y sobre todo, merece dejar de ser subestimada.

Sí, definitivamente, Catia tiene muchas cosas que darle a Caracas.

¡Feliz cumpleaños Catia!

Dios bendiga a Venezuela.

@VJimenezUres