La otra cara: ¿Cuál será el desenlace? por José Luis Farías?

La otra cara: ¿Cuál será el desenlace? por José Luis Farías?

La pandemia del COVID-19 ha rasgado el velo de la Globalización descubriendo que la interconexión alcanzada por el hombre, además de indiscutibles ventajas, también entraña terribles peligros para la humanidad.

Las naciones más interconectadas (Comunidad Europea , Reino Unido y EE.UU) han sido las más afectadas en una primera fase de la pandemia surgida en Wuhan, región de China.

El virus ha podido viajar más fácil, rápida y abundantemente hacia esos países gracias a la globalización que a sitios más recónditos de Africa o más aislados política y comercialmente como Venezuela.





Se expande el miedo

El crecimiento del número de contagiados es vertiginoso, Europa se ha convertido en el epicentro de la epidemia, las cifras de muertos en Italia ya superan las de China, la angustia consume a Francia, en España el terror ha seguido a cierta conducta irresponsable inicial, la alemanes no están a salvo y el pánico se apodera de los estadounidenses.

Los países latinoamericanos están en un cuadro desventajoso por sus deficientes servicios públicos de salud. No hablemos de Africa. En Venezuela la precariedad en todos los órdenes de la vida, con servicios públicos caotizados y un 90% de pobres es alarmante, la irresponsabilidad del régimen político instaurado presagia una tragedia.

La conmoción mundial producida por la letal pandemia no registra antecedentes de la misma envergadura, ninguna epidemia previa se ha expandido con tanta rapidez ni ha producido tanto impacto emocional sobre todos los ámbitos de la vida humana.

En las sociedades del mundo entero el confinamiento masivo de cientos de millones de personas es la primera medida para intentar aislar el virus. El terror despertado por el enemigo invisible que acecha ha tendido un manto de incertidumbre cubriendo al mundo entero.

Todo se detiene

La paralización de la economía ha alcanzado proporciones impensables, el Banco Mundial alerta sobre una recesión global coincidiendo con las apreciaciones de entes financieros multinacionales como JP Morgan, Goldman Sachs y Bank of America.

Por ahora, las proyecciones adelantan que China y Europa sufrirán los mayores daños, aunque todavía pudiera ser temprano para tal afirmación.

América Latina tiene pronóstico negativo de crecimiento económico y el de Venezuela, sin duda, es catastrófico. Se acentuará el rezago económico frente a las naciones más desarrolladas.

Las agencias internacionales de noticias CNN, BBC de Londres y France Presee al igual que cualquiera de las innumerables fuentes noticiosas del mundo compiten en el despliegue informativo sobre la marcha mundial de la pandemia, desde hace semanas el COVID-19 domina los titulares de la prensa escrita y de los noticieros de radio, TV e Internet.

La circulación de vehículos y el tránsito peatonal se redujeron al mínimo necesario, calles y avenidas del mundo están desoladas. Populosas ciudades como Nueva York, París, Roma o Madrid detuvieron su marcha súbitamente. Igual sucedió en las metrópolis latinoamericanas, Ciudad de México, Caracas, Bogotà, Lima, Río de Janeiro, Santiago de Chile, Buenos Aires muestran su soledad.

¿La antidemocracia toma cuerpo?

Las actividades gregarias de los humanos se han restringido. Mítines políticos, protestas públicas, actividades religiosas, culturales y deportivas se postergan. La vida en sociedad ha quedado suspendida. Las imágenes de multitudes se han desvanecido.

Los Estados modernos cualquiera sea su signo ideológico, estructura política o dimensiones recurren a drásticas medidas restrictivas de las libertades públicas en su lucha contra el contagioso y letal virus.

Las imágenes represivas en China para con aquellos que estando contagiados se resistieron a ser aislados. Los excesos policiales en las playas de Brasil contra quienes no acataron las prohibiciones de concentraciones. El ejército norteamericano desplegado en las calles de Nueva York. O los abusos criminales de grupos de “Colectivos” en nombre del régimen que masacraron ciudadanos en un barrio de Caracas presuntamente por no acatar la “cuarentena”, presentados por el régimen imperante como producto de “ajustes de cuenta” entre delincuentes, es la punta de un iceberg gigantesco que nos habla de hasta dónde pueden llegar las cosas.

Paradójicamente, un virus trocado en pandemia a causa de la falta de democracia que restringió la información sobre el mismo en China pudiendo evitar su expansión hacia el mundo, ahora pareciera encontrar su abatimiento en la misma restricción de la libertades democráticas, sometiendo multitudes al cautiverio e invadiendo la intimidad ciudadana con el Big Data proporcionado por el control absoluto de la vida a través de la digitalización de todas las actividades humanas que proporcionan información suficiente para el control de la enfermedad.

En defensa de la vida, el principal derecho humano, se restringen el resto de los derechos.

Los chinos recogen el guante

Los chinos nunca han dejado de hacer política y mucho menos durante esta crisis, la difusión propagandística de vídeos de la construcción de media docena de gigantescos hospitales en pocos días para combatir el COVID-19 fue demasiado emblemática de su intención.

Ahora se ufanan de haber frenado el pico de la curva de contagios, de detener el “pico” de la misma, del supuesto control definitivo del virus y llevan ayuda a Italia y España con claros fines políticos. Recogen con hábil política el guante lanzado por Donald Trump del “virus chino” para estigmatizarlos como los responsables de la pandemia que asola al mundo.

Sin duda, la ciencia y la tecnología puesta al servicio de la vida le pondrá fin más temprano que tarde al mal llamado coronavirus. Es probable que en seis meses, dicen que máximo un año, el mundo tendrá la vacuna que le pondrá fin.

Sin embargo, ya nada será igual.

Las consecuencias últimas de la inesperada crisis todavía están por verse y la opinión general se adelanta a advertir que concluido el dramático trance ya nada será igual, que el mundo será otro y cada uno de nosotros también.

Pese a la seguridad existente de que los cambios serán inevitables y aunque nadie pueda determinar cuál será el alcance de los mismos, arrojando más dudas que certezas sobre el porvenir, no podemos resistirnos a la tentación de aventurar una idea sobre lo que sucederá en Venezuela una vez concluida la crisis.

Voy

Las acciones del régimen usurpador del poder en Venezuela sugieren la deriva de un desenlace que pudiera modificar en cualquier momento las relaciones de poder existentes. Un posible cambio, pues.

La pandemia sorprendió al país en medio del punto más álgido de la crisis que vivía, en el momento en el cual las presiones internacionales comenzaban a sentirse con todo rigor, siendo la escasez de gasolina el signo más evidente.

Tal vez Nicolás Maduro sintió que la llegada del coronavirus le había venido como anillo al dedo para esconder la falta del combustible en el país y las consecuencias de la misma en el abastecimiento de alimentos a los venezolanos, tomando rápidas medidas de aislamiento sentidas como razonables por muchos sectores pensantes ante la amenaza del virus.

El tirano desnudo

Pero lo cierto es que a los pocos días quedó en cueros cuando fue a tocar las puertas del denostado Fondo Monetario Internacional a pedir primero 5.000 millones de dólares para presuntamente enfrentar la crisis del coronavirus y que una vez recibido el primer portazo del ente internacional tuviera la desfachatez de ir una segunda vez, ahora por 1.000 millones.

La concurrencia al FMI solo confirma la quiebra absoluta de la dictadura, el país se ha quedado sin dinero, Maduro nos ha dejado en la carraplana.

En su desespero trata de surfear la ola apretando por un lado el cautiverio general y relajándolo en sectores humildes de Caracas como Catia, Petare o en el mercado de “Las Pulgas” de Maracaibo. El temor a la ira popular es inocultable. En el mundo castrense se respira el descontento. Los desacuerdos pueden estallar.

Aunque seguramente su cultura no va más allá de las tiras cómicas o algún manual marxista de ocasión, muy posiblemente Maduro está pensando en algo similar a aquella perturbadora y sugestiva frase de Goethe: <<No nos preocupa saber si el pueblo tiene algún derecho a derrocarnos: procuramos tan sólo que no se sienta tentado a hacerlo>>.

Corresponde a Guaidó y a la Asamblea Nacional aumentar la presión para forzar la negociación que lleve a la partida del déspota. No hay solución distinta a la salida de Maduro.