Contrastes y sentido del ridículo, por @lmesculpi

Contrastes y sentido del ridículo, por @lmesculpi

El periodo en el cual el país logró mayor desarrollo, desde todo punto de vista, fue en los cuarenta años de la República Civil (1958-1998), sin embargo, quienes gobernaron durante ese periodo, fueron incapaces de defender esa gestión. No percibieron, o si lo hicieron, no respondieron adecuadamente a las exigencias de actualización del modelo político, que a partir de su tercera década, comenzó a mostrar signos de agotamiento del pacto que le dio origen.

En sus primeros veinte años, pese a la política insurreccional y guerrillera de la izquierda de la época, principalmente en los sesenta, se masificó la educación, se avanzó en la conformación del servicio público de salud, en materia de servicios públicos, especialmente de acueductos y electricidad y se realizaron grandes obras de construcción, entre otras: el Guri, el puente sobre el lago de Maracaibo, viales como la Araña y El Pulpo, y toda la red de carreteras que abarcaron la casi totalidad el país.

Durante ese período la corrupción administrativa, el desfalco al erario público, no llegó a los niveles escandalosos de los últimos años de la República Civil. A pesar del allanamiento de la inmunidad de los parlamentarios del Partido Comunista y el MIR, en general existió una relativa independencia de poderes, los atropellos, torturas y crímenes cometidos por los aparatos de seguridad, eran investigados por el Legislativo, diputados como José Vicente Rangel se destacaron en la denuncia e investigación de la violación a los Derechos Humanos.





Durante esa primera mitad nuestra moneda se mantuvo estable, y además de las importantes empresas de Guayana, se generó una importante zona de la industria liviana en el eje Maracay- Valencia, durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez. Se abrieron nuevamente expectativas de progreso, favorecidas por el alza de los precios del petróleo, que se nacionalizó igual que el hierro, se produjeron notables avances en materia social y laboral, en el terreno político se aprobó la elección de Gobernadores y de Alcaldes.

La devaluación del bolívar a partir del viernes negro, el aumento creciente de la deuda externa, la implementación de mecanismos que propiciaron la corrupción como RECADI, el desprestigio de los partidos, la gran desigualdad social, la insatisfacción popular (expresada en el Caracazo) y la intensa actividad de promotores de la antipolítica, junto a la negativa de los cogollos de asumir las nuevas exigencias planteadas en la sociedad, constituyeron junto a otros ingredientes, un caldo de cultivo para lo que vino después, hasta llegar al punto donde ahora nos encontramos.

A pesar de todas esas contingencias se inauguró el Metro de Caracas y sus principales líneas, se construyó el teatro Teresa Carreño y el Poliedro de Caracas entre otras obras de especial importancia y trascendencia.
Las denuncias de los hechos de corrupción, llegaron hasta el enjuiciamiento de dos ex presidentes de la República, en rigor las magnitudes de los peores casos investigados serían “menudencias” comparadas con el gigantesco desfalco producido al tesoro nacional en los últimos veinte años, por quienes llegaron al poder levantando banderas de lucha contra la corrupción y por la decencia administrativa en el manejo de los bienes públicos. Los contrastes en el comportamiento político son evidentes.

El régimen gobernante no ha sumido al país en la peor crisis en todos los ordenes conocida en la Venezuela contemporánea, sino que en su haber no ha inaugurado ninguna obra que pueda ser considerada emblemática de su gestión. Quienes fuimos duros críticos a las ejecutorias del modelo surgido del pacto de Punto Fijo, no podemos situarnos en el plano de desconocer la realidad, tampoco asumir que el cambio político imprescindible debe plantearse como un retorno al pasado, al contrario enfrentará el desafío producir repuestas para atender los requerimientos de la modernidad.

El régimen en materia de las obras públicas ha perdido hasta el sentido del ridículo, hace un acto y difunde su filmación, para restablecer el funcionamiento de un ascensor en el Hospital Clínico Universitario.