David Mendoza Yamaul: Robin Hood, los hombres alegres del bosque y el príncipe Juan

David Mendoza Yamaul: Robin Hood, los hombres alegres del bosque y el príncipe Juan

Quién no comulga con la noble causa de Robin de Locksley (Loxley), ese hombre que vive en el bosque de Sherwood y que lo llaman Robin Hood. Es uno de mis héroes favoritos, por encima de toda la fauna del Universo Marvel o de DC Comics. Por encima de los dioses griegos y romanos. Casi al nivel de Don Quijote. Es irreverente y divertido, no tiene esa actitud fastidiosa de lobo solitario, nocturno, babieco y llorón. Nuestro Robin es diferente, a punta de flechas, vino y risas se queda con la más bonita (hazaña que casi ningún héroe logra) y aunque muy “lady” la lleva a vivir al bosque con “los panas”, y ella feliz. Todo lo hace por los amigos y en nombre de la justicia, la verdadera e intuitiva justicia. Una justicia que no se limita a sopesar en una báscula la conveniencia de las verdades, es una verdad convertida en causa activa, una verdad que arroja a un puñado de hombres a rebelarse contra el estatus quo,  abandonando todo y viviendo en comuna, sin derechos de propiedad ni gobierno. Los medios de producción sin propietarios. Todo es el bosque, ese bien público que les brinda techo, alimento, libertad, igualdad y reguardo de las garras del príncipe Juan, nuestro odiado y  colérico gobernante, enfermo y eterno conspirador mercantilista, hacedor de macabras tramoyas y comandante en jefe de un ejército vergonzoso y letal que opera contra su propio pueblo. Está claro, que nuestro villano vive a sus anchas gracias a los impuestos desproporcionados cobrados a los pobres aldeanos del pueblo, embargados de sus monedas, sus viviendas y sus gallinas. Y es aquí donde entra nuestro héroe, les roba a los ricos que transitan mansos y tiernos por el bosque de Sherwood, ataviados e inconscientes del hambre de su gente y del acecho de los alegres hombres del bosque, para repartir el botín entre las familias de aldeanos requisadas y sometidas por la avaricia del príncipe Juan.     

Es un operador redistributivo de la riqueza Robin Hood

Robin Hood es un “sistema” que integra un impuesto a la riqueza (o a la renta) con un sistema de asignación o programa social. Es ambos en una sola política. No existe el “efecto de intermediación” de la administración pública y los hacedores de políticas públicas con sus errores de cálculo, mala definición del problema a atender o pésima y corrupta instrumentación o implementación de las políticas. Este “efecto” queda absolutamente eliminado, con lo cual, no hay posibilidad de desvío de los recursos asignados. Por otra parte, se obtienen los beneficios de una política monetaria expansiva, sin la indeseable y consecuente compañía inflacionaria (la inflación se convierte en un impuesto a la pobreza, son los pobres los que menos pueden hacer para protegerse de ella y les reduce su capacidad de consumo). No aumenta significativamente la inflación ya que no hay emisión de dinero inorgánico. Esta redistribución, aumenta la capacidad de consumo de una parte de la sociedad que antes no tenía dicha capacidad, sin afectar la capacidad de consumo de la parte de la sociedad de la cual fue sustraída la riqueza, lo cual impacta positivamente la demanda agregada (producción interna). Se convierte en una reasignación eficiente de recursos desde el punto de vista económico. 





La otra cara del sistema redistributivo de Robin, es que corre la suerte de cualquier sistema redistributivo. Los nobles a los cuales se les cobró este impuesto robiniano, tildarán de robo, arbitrariedad, esquilmo y despojo el “aporte” obligatorio o expropiación, y buscarán la manera de deshacerse de todos y cada uno de los “alegres hombres del bosque” aunque para lograrlo tengan que achicharrar hasta a la más minúscula hormiga que vive ahí. Es así que aumenta la conflictividad con los poderes fácticos.  Por otra parte, si en su apetito justiciero, Robin excede la justa medida redistributiva y pretendiera, en poco tiempo cubrir las demandas sociales adeudadas y acumuladas, correría el riesgo de destruir la capacidad productiva instalada, sostén de la producción de bienestar y riqueza, con lo cual el remedio sería más dañino que la enfermedad.  Así mismo, estaría enviando el mensaje a los nobles, de que de nada vale producir para acumular riqueza porque les será expropiada, y esto, logrará desincentivar la producción. También estaría diciendo a los pobres de la aldea, que no necesitan producir, pues él y sus alegres hombres del bosque se encargarán de atender todas sus necesidades, y esto otro, también desincentiva la producción. Si Robin no tiene cuidado, en poco tiempo pudiera acabar con la producción de Nottingham. Es por esta razón que debemos recomendarle a nuestro arquero justiciero una serie de acciones y premisas que promuevan sus objetivos y que protejan de los riesgos económicos y sociales a la sociedad que busca proteger.  

1. Reglas claras y aplicación no discrecional. Si las reglas son claras y se aplican a todos por igual, la sociedad percibe justicia y equidad en la aplicación de la norma. Esto permite generar confianza y tranquilidad. Las personas saben qué deben esperar y qué deben hacer. 

2. Transparencia. La transparencia en la gestión es primordial. Las personas no apoyarán acciones grises, que no entiendan bien o que tengan como objetivo la ganancia del gestor de la política pública. 

3. Mesura y gradualidad. Los cambios deben ser abordados sin prisa pero sin pausa. Respetando los tiempos de respuesta de la sociedad. Querer erigirse como el gran transformador acelerando cambios sin haber creado las condiciones mínimas con anterioridad, hace insostenible en el tiempo el alcance de los objetivos. Se pierde el esfuerzo y lo alcanzado y se desmoraliza a la sociedad.

4. Efectos versus efectismo. De nada vale darle el botín de la corona a las personas y hacer luego una fiesta para celebrar la victoria y la riqueza,  si antes no se dotó de herramientas y técnicas de producción y administración a los beneficiarios, pues lo más probable es que la riqueza se dilapide. 

5. Garantía de derechos y deberes ciudadanos. Una sociedad que entiende bien sus deberes y sus derechos, así como las garantías que los sostienen, los defienden con su esfuerzo cotidiano y no a través de esfuerzos extraordinarios, insostenibles, no direccionados y costosos. 

6. Educación y moral. La construcción de la moral ciudadana y la educación son los verdaderos tesoros que se pueden dar a una sociedad. Las sociedades con moral fuerte y con educación para la libertad y la vida en sociedad, están más preparadas para producir y compartir el bienestar en lo individual y en lo colectivo, que aquellas otras con moral y educación para el sometimiento. 

7. Estado de derecho. Los gobernantes y el aparato público deben ser los primeros en respetar las leyes y las normas. No sólo por dar el ejemplo, sino para sostener todas las condiciones necesarias para la vida en sociedad y libertad.

8. Democracia. La democracia es el espacio donde debe generarse la vida de la sociedad. La democracia permite aplicar la regla de oro “ama a los demás como a ti mismo” ni más ni menos. Es el justo equilibrio cristiano. La democracia es el sistema que vive de las controversias, que profundiza en lo filosófico haciendo las preguntas ante la infinidad de controversias. Donde manda un hombre o un partido o en nuestro caso “los alegres hombres del bosque” o el “príncipe Juan” no hay controversias, sólo obediencia.  En un mundo así no cabe preguntarse nada. La democracia permite la equivocación. 

9. Favorece los impuestos progresivos sobre los impuestos indirectos o sobre ventas o  consumo. Los impuestos son la principal vía de aporte ciudadano al mantenimiento de los bienes públicos administrados por el estado. Cuando este financiamiento proviene de impuestos progresivos como los impuestos a la riqueza o a la renta, se garantiza que el que más tiene más aporte. Esto tiene una lógica incuestionable, quien más se favorece de los bienes públicos es aquel que más acumula riqueza, y es por esto, que debe pagar más impuestos para sostener el mantenimiento de esos bienes públicos, ya que es quien más los explota. Además, tienen un carácter redistributivo, con el dinero proveniente de los impuestos sobre la acumulación de riqueza, se financian programas sociales que benefician a los menos afortunados. Por otra parte, los impuestos indirectos, impuestos al consumo o a las ventas, son impuestos injustos y regresivos, ya que los pobres consumen todo lo que tienen y no tienen capacidad de ahorro, por esto pagan una proporción mayor de su ingreso o su esfuerzo que los ricos ya que pueden ahorrar.

10. Construye una sociedad. En la medida en la cual estigmatizamos y señalamos culpables, o dividimos a la sociedad en malvados y bondadosos, patriotas y traidores desde el ejercicio de gobierno, estamos atentando contra la sociedad y por ende contra la patria. La herramienta política más poderosa es el verbo, la palabra.   La palabra es el medio para la construcción de la sociedad y de la felicidad. La palabra es lo primero. Es la base.

11. Integra. La integración de la sociedad es la mejor vía para obtener crecimiento económico, armonía social y felicidad. Integra ideas, grupos, personas, hazlo con mucha paciencia.

12. Delibera. La deliberación inclusiva es la vía política para obtener los resultados sociales necesarios. No hagas el aguaje de la deliberación. No envilezcas la deliberación con estrategias sectarias y mezquinas. Aprende a no tener razón. Aprende a corregir. 

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