Es bioquímica, docente, mamá y además experta en sadomasoquismo (Fotos)

 

Es una extraña tarde de calor húmedo en invierno, ya está empezando a oscurecer y Sakura entra a su departamento, en el barrio de Recoleta, en Buenos Aires, se sienta frente a la cámara, sonríe y pide disculpas por haberse demorado un poco. Acaba de llegar del hospital público en el que trabaja, uno de los más importantes del país y de América Latina. De fondo se escucha el balbuceo de su bebé, que espera a que termine la entrevista a upa del papá. La entrevista es, precisamente, porque además de bioquímica especializada en química clínica, auxiliar de justicia, docente universitaria y madre, Sakura es “educadora en sadomasoquismo”.





Por: Infobae

“Yo soy switch, eso quiere decir que me erotizan ambos roles. Soy solamente sumisa de mi amo, Xander, pero cuando juego con otras personas adquiero el rol de Dominante”, explica a Infobae. Tiene 40 años y lleva siete metida de lleno en el mundo del BDSM, es decir, en las prácticas de Bondage (ataduras), Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo

 

Xander y Sakura están juntos desde 2016 (Foto gentileza @fotografiapablod)

 

Xander, el “amo” al que se refiere, es su pareja desde 2016. Es el hombre que ahora se acerca a la cámara para saludar mientras entretiene al bebé y termina de trabajar, porque, además de BDSMero -así se llama a los amantes de estas prácticas-, Xander es guía de turismo aventura y empleado en una empresa de Recursos Humanos.

Un mundo frente a mis ojos

“Siempre fui muy estudiosa”, arranca ella. Había pensado en seguir Medicina pero se enamoró de la Bioquímica en el camino. Se especializó luego en Farmacia, Bioquímica Legal y Ciencias Conexas, es docente en una universidad privada porteña e hizo casi todo su recorrido profesional en el ámbito hospitalario público (fue, incluso, jefa de residentes). “Estudiosa” no sólo aplica al mundo académico formal porque también dicta talleres de capacitación en los que habla del “intercambio erótico de poder” -base del BDSM- y también de “cuidados y precauciones” (de algunas prácticas y también de abusadores).

“Yo me casé muy joven con mi primer novio y la verdad es que nos fue bastante mal”, cuenta. “Siempre me decía ‘vos estás enferma’ o ‘vos tenés demasiados requerimientos’”. En realidad, lo que yo quería era disfrazarme, jugar roles: era inexperta pero ya quería saber todo del sexo”. Muchos años después, ya separada de su segunda relación larga, un amigo la sorprendió investigando sobre shibari en la computadora (un arte japonés de atadura erótica).

 

Hasta que descubrió que lo que le gustaba era el BDSM sus parejas la llamaban “enferma” (foto gentileza @dario_blanco_ph)

 

“Me preguntó ‘¿qué es eso con cuerdas que estás mirando?’. Pensé que iba a quedar ahí pero después me dijo: ‘Viví un año en Japón, siempre tengo cuerdas en el auto’. No lo podía creer”. El amigo en cuestión le recomendó una página web con información sobre sadomasoquismo y a Sakura -que en ese entonces no tenía este apodo- se le abrió un mundo.

“En la listita tenía todo. Éste lo hice, ésto me gusta, esto no lo conozco, ésto podría ser”, se ríe. Y enumera: “Por ejemplo, la lluvia dorada (orinar sobre el cuerpo de la otra persona), la lluvia plateada (usar saliva), juegos de roles, disfraces, juegos en lugares públicos. No era tanto la penetración lo que me gustaba sino más bien los juegos de dominación. También el bondage, que son restricciones no sólo físicas sino también mentales. Y el shibari, un estilo de ataduras eróticas que vienen de las artes marciales que me cautivó. Y ahí me di cuenta de que yo no estaba tan enferma sino que había un montón de personas en el mundo que lo hacían, muchas en Buenos Aires”.

El entusiasmo “de haber por fin descubierto lo que siempre fui” hizo que no se molestara en ocultarlo. “A mi familia le fui contando de a poquito. Al principio ‘eso del sadomasoquismo’ no les gustó nada, mis papás son muy grandes, mi hermana incluso se hizo una cuenta para ver dónde me metía”. También recuerda la sorpresa de su hermana al ver “gente normal, tomando mate, charlando de la vida, y aprendiendo nudos para atarnos sin hacernos daño”.

 

“Me di cuenta de que yo no estaba enferma sino que había un montón de personas en el mundo que lo hacían”, recuerda. (Foto gentileza @danytau)

 

Las cosas por su nombre

El BDSM es un “término paraguas” que involucra muchas prácticas. Sakura enumera algunas, desde las más suaves-que hacen muchas personas sin saber que pertenecen al BDSM- hasta las que podrían ser riesgosas.

“Creo que el primer acercamiento son los juegos de impacto, todo lo que es spanking o nalgadas (con las manos, paletas de madera o fustas). Yo recomiendo arrancar por lo más leve y después avanzar hacia lo más fuerte, especialmente al principio, donde uno no tiene bien en claro cuál es su límite de dolor”.

Después está el bondage: “Puede ser atando al otro con cuerdas o con esposas en alguna posición. Otra práctica muy común es la privación sensorial: vendar los ojos, poner auriculares con música fuerte o alguna sordina para que la persona no escuche, o poner un perfume en la entrada de la nariz para que bloquee el resto de los aromas. Tenemos cinco sentidos, cuando bloqueamos uno los otros se magnifican”. También está la “momificación”, que es una práctica más extrema y requiere otras precauciones.

 

La pareja en una sesión de fotos de 2018 (Foto gentileza @dario_blanco_ph)

 

También está la Disciplina: “Las órdenes, ‘podés comer tal cosa’, o decir tal cosa, no decir tal palabra”. Hay prácticas con filos, juegos de calor con velas para distintas intensidades de masoquismo, suspensiones, entre muchísimas otras. “Por ahí muchos tienen en la cabeza la literatura erótica y el porno y piensan que la intensidad de dolor siempre tiene que ser máxima. Y no. Si a vos te gusta un dolor suave no necesariamente tenés que ir al látigo que te deja en llagas”.

Lo de creer que son “enfermos” (“¿cómo te va a gustar que te lastimen?”) es la mirada usual de las personas a las que los BDSMeros llaman “vainilla”. Es decir, quienes tienen “sexo convencional”: juego previo, penetración, orgasmo. “Yo siempre digo que hay tantas sexualidades como personas en el mundo. No todos tenemos la misma sensorialidad, cada uno tiene un patrón de lo que más le gusta. Hay gente a la que no le gusta el dolor, y está perfecto. Hay gente a la que le gusta que le duela pero no que le pique. Entonces es un camino de autoconocimiento”, responde Sakura.

 

En 2018 mientras esperaba la llegada de su primer bebé (Foto gentileza @danytau)

 

No es sólo encontrar placer en el dolor, el paradigma es distinto: “Para nosotros tener relaciones (sesionar) es lo que en una relación vainilla sería la previa. El centro es esa previa: el juego. Después, el fin no es la penetración, si queremos o no, lo charlamos. Tampoco el orgasmo: si te interesa orgasmear también se charla pero el fin no es acabar”, aclara, y hace comillas con los dedos sobre la palabra que le suele poner fin a todo.

“Creo que nuestra sexualidad también es tabú porque, al no centrarse en la penetración, procrear no es el fin, y todavía tenemos esos mandatos”, opina ella, que es feminista y vuelve siempre sobre la autonomía sobre el propio cuerpo. Ella y Xander no tienen una relación abierta: “Es una relación monogámica pero eso no quita que podamos jugar con otras personas. ¿Por qué? Porque estamos jugando, en el BDSM muchas veces ni siquiera se involucra la genitalidad”.

Que el BDSM no sea “coitocéntrico” es uno de los atributos que más le interesan a Sakura, porque lo practican personas en sillas de ruedas, con lesiones medulares, las que tuvieron alguna amputación. “Una mujer con una lesión medular que no siente de la cintura para abajo tiene de la cintura para arriba para experimentar una sensorialidad diferente. Si le interesa el orgasmo, capaz que no va a ser clitoridiano pero por ahí si alguien le sopla el lóbulo de la oreja, la lame o la ata se erotiza y descubre otra capacidad de sentir placer”.

Paso a paso

“Hay un dicho muy común entre los BDSMeros”, revela: “Ustedes hablan mucho y cogen poco”. La frase tiene una razón de ser porque la forma de prevenir riesgos es dejando explícitamente claro antes cuáles son los límites.

 

“Sensato, seguro y consensuado, son las tres palabras clave”, advierte. (Foto gentileza @dario_blanco_ph)

 

Sakura se acerca a la cámara y muestra las tres letras de su remera: SSC (sensato, seguro y consensuado). Después repite tres veces cuál es el primer paso para entrar al BDSM: “Leer e informarse, preguntar a otras personas del ambiente, no quedarse con una sola fuente para evitar caer en abusadores encubiertos”. Es tan importante la confianza de saber que el otro no va a traspasar los límites y va a estar atento/a a las necesidades que conocer a alguien “sexteando” en aplicaciones de citas y pasar directo a una práctica es todo lo que no hay que hacer.

El segundo paso es usar una herramienta llamada “checklist” como base para empezar el trato. Una checklist es una extensa planilla en la que cada uno deja en claro si hizo o no una determinada práctica alguna vez, si le gustó o no y en qué grado de intensidad, si volvería a hacerla y deja por escrito sus límites duros (innegociables) y los blandos (negociables). Esta parte -advierte- debe hacerse siempre fuera de la sesión y sin ninguna sustancia de por medio.

La checklist de Sakura tiene ocho páginas de Excel. Incluye, además, una ficha médica (donde constan alergias, por ejemplo) y el after care o “cuidados posteriores” (el espacio para atender las necesidades psicológicas, físicas o emocionales que pueda tener después de una sesión, más aún después de una sesión intensa).

 

“Nosotros practicamos todo antes”, cuenta (foto gentileza @danytau)

 

“Nosotros hablamos de consenso y no de consentimiento. No es ‘firmá acá si estás de acuerdo’, es una negociación que se construye entre dos personas adultas que se sientan a conversar sobre cómo se erotizan y donde dejás en claro qué te gusta, de qué forma, cómo y los grises que tenemos todos. Al contrario de lo que mucha gente cree nosotros tenemos muchos límites. En la sesión uno puede ser Dominante y el otro sumiso pero éste es el momento de la horizontalidad”.

El consenso siempre es revocable: “Si al momento de sesionar uno no quiere, por la razón que sea, se revoca. Cuando no hay consenso es violación, no es sexo ni BDSM”. Quedan fuera de toda posibilidad de consenso, por supuesto, menores de edad y animales.

Después vienen las sesiones, que tienen poco de improvisación. “Nosotros practicamos todo antes. Por ahí nos mezclamos con gente de circo para tomar clases de látigo o de fuego. A mí me gusta mucho lo que es el medical play (donde se usan instrumentos médicos) pero bueno, soy profesional de la salud, desde los 22 años vengo poniendo agujas y manejando el tema de la asepsia para no provocar una infección”. A esto se refiere con la S de “seguro”.

 

“Nadie, por más que hayas consensuado que sea tu Dominante, puede obligarte a hacer cosas que no querés”, advierte (Foto gentileza @dario_blanco_ph)

 

Durante la sesión se suelen usar los colores del semáforo o palabras de seguridad. Decir “amarillo” es un pedido para bajar la intensidad, el rojo debe frenar la sesión. Si alguno no puede hablar -por ejemplo, porque tiene la boca tapada- hay recursos que deben acordarse antes: una campanita en las manos o llaves, de modo que pueda abrir las manos y dejarlas caer si no se siente bien.

Sakura le habla directo a otras mujeres: “Los límites los ponés vos. Nadie, por más que hayas consensuado que sea tu Dominante, puede obligarte a hacer cosas que no querés. El sexto sentido siempre tiene que estar despierto, si algo te hace ruido, salí de ahí”. Y habla de abusadores: “Imaginate en un juego de Disciplina que alguien te dice ‘¿estás trabajando? ¿estás atendiendo gente? Bueno, ahora te sacás la bombacha y te la ponés en la cabeza’. Y vos no podés atender gente con una bombacha en la cabeza. Si un Dominante te hace eso y pone en peligro tu trabajo o tu entorno no es un Dominante, es un abusador, porque no está teniendo en cuenta tu estructura social”.

En familia

“Jugar a ser sumisa con él es mi sexualidad, no quiere decir que yo tenga una posición sumisa en la vida”, aclara Sakura, como si hiciera falta. A su lado, Xander se prepara para hacer la cena. Por la confianza que tiene con él es que se anima a permitir prácticas sobre su cuerpo, como los juegos de inhibición de la respiración con máscaras o válvulas.

 

Sakura, tres días antes del parto (Foto gentileza @volcano_shibari y rigger o atador @2.0nina.mvs)

 

Lo conoció en el ambiente y, antes de empezar a salir, le aclaró: “Mirá que yo ya quiero ser mamá, eh”. Él también quería ser padre. Se enamoraron y, dos años después, llegó el embarazo. “Fuimos a la obstetra y le dijimos ‘hola doctora, queremos decirle que somos sadomasoquistas y necesitamos saber qué de todo esto podemos seguir haciendo, qué no y con qué precauciones’. La doctora respiró hondo y dijo: ‘bueno, tengo que dejar de lado mis prejuicios, esta es su sexualidad, es la que los acompaña a lo largo de toda la vida y en el embarazo también’”.

Dijo que juegos con cera caliente no porque, si se llegaba a lastimar, embarazada no iba a poder tomar antibióticos. Suspensiones en el aire tampoco, por el riesgo de caerse y provocar un parto prematuro. Después siguió leyendo la checklist y dijo a muchas otras prácticas que sí. Sakura posó con ataduras de shibari tres días antes de parir. Dentro de esa panza que sobresale en una de las fotos que más la conmueven está el bebé que nació hace un año y medio y que ahora lloriquea de fondo y marca, a su ritmo, el final de la entrevista.