Messi y el desastre venezolano… por Gustavo Tovar-Arroyo @tovarr

El mejor de todos los tiempos

Lionel Messi ha llegado a ser el mejor futbolista de la historia no sólo por sus irrepetibles cualidades y genio técnico, lo ha sido por algo mucho más importante y a veces imperceptible: su especial talento para comprender el futbol, es decir, para ubicarse en la cancha (sin balón), para interpretar al adversario (su psicología, su planteamiento táctico, su visión), para entender fortalezas y debilidades propias, pero sobre todo las del contrincante.

No es el mejor jugador del mundo y de la historia sólo por talento, también lo es por su comprensión del juego, por su mentalidad y por la gerencia de sus capacidades y las de su equipo. 





De eso nadie habla.

La mediocridad ejecutiva

En el año en curso, esa comprensión del fútbol, mentalidad y gerencia, ha advertido y hecho pública en varias ocasiones su frustración por la errática dirección ejecutiva del Barcelona, que ha cometido errores gerenciales garrafales como el cambio de entrenador Valverde en el momento más inapropiado y del modo más torpe posible, cuando el equipo estaba liderando la liga y mantenía vivas sus esperanzas de ganar tanto la copa del Rey como la Champions.

La directiva, gerenciada por Bartomeu y Abidal (secretario técnico), no sólo expulsó al entrenador de manera pedante e irrespetuosa, sino que lo hizo sin tener un sustituto aceptable en el horizonte. 

¡Increíble! Terminó seleccionando a un buen hombre, que básicamente es un mediocre.

El perdedor nato

¿Por qué “un mediocre”? Lo curioso, lo inexplicable, lo abominable, es que el entrenador seleccionado para sustituir a Valverde (campeón de dos ligas y líder de la liga en curso), Quique Setién había sido un perdedor nato, no había levantado ningún título y su porcentaje entre victorias y derrotas era negativo. Sí, insólitamente, el entrenador seleccionado para dirigir a uno de los mejores equipos del mundo, con el jugador más extraordinario de la historia, había perdido más que ganado en el fútbol. 

¿Cómo carajo pasó eso? ¿En qué pensaba la directiva? Nadie lo entiende, Messi menos. No es nada personal contra Setién, quien no tenía cualidades para dirigir al Barcelona, el problema fue la junta directiva.

Su decisión fue un auténtico desastre.

¡Hay que cambiar!

La afición se molesta con toda razón, pero más que la afición fueron los mismos jugadores quienes se dieron cuenta desde muy temprano de la mediocridad del entrenador. La directiva, que ya había cometido el error de hacerlo sustituto de Valverde, se empecinó con él y le siguió brindando apoyo mientras iba siendo derrotado en competición tras competición. Pero peor que las derrotas, era el nivel de juego de Barcelona, una montaña rusa de desaciertos y agonías.

Messi lo dijo, Suarez lo dijo, Piqué lo dijo: “¡hay que cambiar!”, y la directiva jamás cambió, se empecinó en esperar un milagro de Messi, que no quería para obrarlos, y el equipo colapsó.

Nunca antes una directiva había sido tan dañina y fracasada.

El caso de Venezuela

Pienso que el pueblo de Venezuela, el que ha resistido, el que ha luchado y enfrentado al chavismo, es como Messi, un gran jugador en el terreno político venezolano, pero que ha sido mal dirigido por líderes perdedores y mediocres (Stalin González, Henry Falcón, Timoteo Zambrano, etc.). Estoy convencido de que no ha fallado el pueblo, ha fallado la dirigencia (lo asumo como una reflexión autocrítica, me incluyo). No tengo duda en señalar que, pese al caos y las dificultades, la actual dirigencia política presidida por Guaidó, López, Guevara, entre otros, ha sido la más efectiva en arrinconar al chavismo, sin embargo, falta el golpe final y mortal para derrocarlos.

Ese golpe debe ser fatal y permanente y lo debe dar el pueblo venezolano en bloque con una rebelión nacional y mixta –armada y no armada– que aplaste a los tiranos. No hay otra opción, no se puede escurrir la responsabilidad, Venezuela quiere ser libre y para hacerlo debe luchar hasta vencer. Su dirigencia tiene que dar el ejemplo.

Veo a Venezuela como Messi, desconcertado, incrédulo, errático. No agotemos aún más la paciencia del mejor pueblo del mundo. No más. Clavemos la estaca de la libertad en el pecho chavista, hasta que muera. Pero hagámoslo.

La responsabilidad ahora sí está en la dirigencia.