Con respaldo académico y destreza, mujeres fabrican hisopos artesanales en Uruguay

Con respaldo académico y destreza, mujeres fabrican hisopos artesanales en Uruguay

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Con investigación científica de respaldo, la ayuda de máquinas de coser, destreza y mucha paciencia, un grupo de mujeres uruguayas fabrica hisopos artesanales, un insumo fundamental en tiempos de covid-19.

“Yo estuve toda la pandemia haciendo tapabocas (…) y ahora seguimos en el mismo círculo de dar algo a la sociedad”, dice a AFP Karina Pintos, una de las cinco mujeres vinculadas al rubro textil que arman hisopos en un taller ubicado en el Parque Tecnológico Industrial del Cerro, en la costa oeste de Montevideo.





El proyecto, impulsado por investigadores de la estatal Universidad de la República (Udelar), germinó en marzo, apenas declarada la emergencia sanitaria por la aparición de casos del nuevo coronavirus.

Fue entonces cuando autoridades y funcionarios de la salud detectaron que las reservas de hisopos existentes en Uruguay alcanzaban para pocas semanas, y que además eran inadecuados para el covid-19.

“Los hisopos de algodón, que se usan para hacer hisopados de garganta comunes y corrientes, no sirven, porque interfieren con el RT-PCR del virus del covid”, explica a AFP Margot Paulino, directora de experimentación de la facultad de Química de la Udelar.

Sin el material apropiado, el resultado puede salir alterado o dar un falso negativo.

A esto se sumaba otro inconveniente: un vástago de madera para hacer la toma por boca, cuando en el caso del nuevo coronavirus la toma es nasofaríngea, por lo que debe tener otras características.

– Prueba y error –

Tras detectar esa necesidad, la Udelar desarrolló tres proyectos para producir hisopos, industria hasta entonces inexistente en Uruguay: impresos en 3D, con cabeza de silicona y artesanales.

A estos últimos les llaman “tradicional” por su aspecto, “pero eso no quiere decir que no tenga sus particularidades a resolver”, dice a AFP Carolina Poradosú, directora de la Escuela de Diseño de Facultad de Arquitectura de la Udelar.

Nada de un hisopo es casual. Un detalle mínimo puede hacer que la muestra sea inservible.

El vástago debe ser flexible para facilitar su introducción y hacer todo el recorrido por nariz o por boca.

Al principio, y en medio de la “desesperación”, todo fue prueba y error: desde usar poliéster de una fábrica de escobas hasta producir tamaños totalmente inapropiados.

“Se recurrió a la industria plástica a ver qué había en plaza. Se tomó un vástago que ya existía para otra cosa y se le hizo una adaptación”, cuenta Poradosú.

En cuanto a la cabeza, terminó siendo de hilado de fibra, que sometida a estudios de calidad y contrastada con el hisopo importado que utilizan los hospitales públicos salió muy bien parada.

Para que el virus sea detectado, el hisopo debe tomar una determinada cantidad de muestra y una vez sumergido en una solución química, allí debe quedar otra cierta cantidad, explica Paulino.

“En el diagnóstico esa muestra se amplifica, de tal manera que si se necesitan menos de 30 ciclos de replicación es que había una carga viral que da positivo. Por eso es tan importante calibrar” el hisopo y que tanto la toma como la descarga de material sea adecuada.

Finalmente, se estableció un proceso productivo “básico pero sistematizado”, en el que las mujeres hacen gran parte del trabajo manualmente -por ejemplo pesando la cantidad de fibra en una balanza y colocándola en la punta del vástago- y máquinas de coser que ofician de bobinadoras.

– Un modelo escalable –

Uruguay, de 3,4 millones de habitantes tiene a raya al coronavirus. Desde el primer caso en marzo, realizó mas de 256.000 tests que detectaron 2.226 contagiados, de los cuales murieron 49.

Poradosú resalta el espíritu social del proyecto, con la inclusión de emprendedoras que hoy están constituidas en una sociedad de hecho.

“Son monotributistas, tuvieron que apropiarse del proyecto, establecer los turnos, lo de los protocolos (…) Algunas estaban buscando trabajo y encontraron una oportunidad”, señala.

El grupo, que espera fabricar 2.000 hisopos por semana, venderá su producción a un laboratorio privado.

Para Poradosú, el proceso es fácil de escalar y además contempla una realidad social y de territorio que es “traspolable a realidades de otros países vecinos”.

“¿Cuántas comunidades, barrios, están llenos de mujeres que se dedican a ser modistas y tienen estas capacidades para aportar? Creo que tiene un potencial que pasa por ahí también”.

AFP