Vecinos de Mikolaiv decididos a resistir hasta el final para repeler avance ruso

Vecinos de Mikolaiv decididos a resistir hasta el final para repeler avance ruso

Un soldado ucraniano pasa frente a un edificio alcanzado por un cohete ruso en Mykolaiv, en el sur de Ucrania, el 21 de marzo de 2022. (Foto de BULENT KILIC / AFP)

 

En Mikolaiv, una localidad del sur de Ucrania que defiende el acceso a Odesa, principal ciudad portuaria del país, los habitantes se declaran dispuestos a resistir para repeler el avance de los rusos, pese a los incesantes bombardeos.

En el barrio de Ingolsky, empobrecido, ha caído un cohete en medio del asfalto. Junto a él han colocado un cono de tráfico, para avisar a automovilistas y peatones.





Un poco más allá, en el extenso cementerio de la ciudad, también ha caído otro.

Allí, una decena de parientes ha acudido este lunes para enterrar al soldado Igor Dondukov, de 46 años, muerto junto a decenas de compañeros suyos en un bombardeo ruso contra un cuartel situado al norte de Mikolaiv cuatro días antes. Todavía no se sabe cuántos perecieron en el ataque.

El hermano mayor, Serguéi, de cabello canoso, besa su rostro manchado de sangre entre sollozos. Le sigue su esposa, Galina, que mete un crucifijo en el bolsillo delantero del uniforme del difunto, antes de que se cierre el ataúd para enterrarlo.

“Se enroló en el ejército al comienzo de la invasión”, cuenta Serguéi Dondukov. “Nosotros le apoyábamos en su compromiso por proteger nuestra patria”, aclara, mientras, al fondo, siguen resonando los tiros de artillería.

“No tenemos adonde ir, ni familia en el extranjero”, señala la esposa, Galina.

Aunque buena parte de la población de esta ciudad, de 500.000 habitantes, ha huido -sobre todo rumbo a Odesa, a 130 km al oeste- quienes se han quedado se muestran determinados a aguantar.

Por la tarde, un bombardeo ha destrozado un edificio que, según testigos, albergaba un hotel y un banco.

A unos centenares de metros de allí, Anatoly Yakunin, de 79 años, recoge tranquilamente los escombros causados por la explosión.

“¿Irme? ¿Pero para qué?”, dice, sorprendido, revelando en su sonrisa varios dientes de oro.

“Tengo cuatro nietos aquí, uno de ellos en la guerra, ¿cómo podría dejarlos?”, pregunta.

– Velas, té y backgammon –

En el barrio de Kulbakino, donde se hallan varias torres de viviendas, la población ha caído en varias semanas de 12.000 personas a menos de 1.000, según Alexander Zadera, de 56 años. Él mismo tuvo que evacuar a su madre, octogenaria, después de que el bloque en el que vivía fuera alcanzado por un bombardeo el 7 de marzo.

“Ya nos hemos acostumbrado a cenar con este tipo de ruido de fondo”, asegura, aludiendo al eco de los bombardeos. “Ahora, mi madre sabe reconocer el sonido de los diferentes tipos de disparos o de bombardeos”, comenta este excoronel de la fuerza aérea.

Los vecinos se han instalado en el sótano del inmueble para refugiarse. Entre dos colchones, hay un tablero de backgammon, con una partida a medias.

En la sala principal, iluminada por las velas, una profesora, Inna Kuriy, charla con sus amigas y vecinas, bebiendo té.

“Nos pasamos las noches aquí, rezando por nuestros soldados, por nuestra patria”, explica.

“Cada vez que hay un ataque o un bombardeo bajamos aquí, luego, cuando la situación se calma, volvemos arriba. Y así todo el rato”, agrega Inna Kuriy.

La docente también está intentando organizar clases a distancia para los alumnos que tuvieron que irse de la ciudad o del país.

“Éramos bastante numerosos aquí al principio, pero mucha gente se fue de la ciudad porque tenían niños o familia, pero nosotros permaneceremos aquí hasta el final”, asegura. “Nosotros, los ucranianos, somos gente paciente, pero no le daremos nuestro país a nadie”. | Por Selim Saheb Ettaba / AFP