William Anseume: El Metro se desploma

William Anseume: El Metro se desploma

No mas ayer usé el Metro. Aunque estoy yendo poco a Caracas este año. La Caracas gris, a propósito impuesto el color en todos los muros, vías, y hasta paradas de autobuses, como bien puede constatarse en Chacao, el Chacao entregado al régimen no solo en lo gris, viene acompasada por un subterráneo agónico. En lo más posible que podemos alcanzar con la vista y el olfato, el metro se desploma.

Pero en estos días nos demostró, una vez más que no es solo lo que la vista y el olfato alcanza. Se descarriló. Antes veíamos explosiones, como de película. Ahora se descarrila y pronto, como el sistema eléctrico, colapsará por completo. Da miedo montarse allí y uno solo lo hace, como en mi caso, por una extrema necesidad de transportarse. Ningún gusto hay en montarse en ninguna parte del “Sistema Metro”. Justo lo contrario. Llegar al Metro es sentir una repulsión nauseabunda. Olores pestíferos emanan de todo rincón, al solo ingresar y abordar las escaleras que en algún momento histórico fueron mecánicas. La basura regada por todo aquello da cuenta en los pasillos de que si existe el personal de limpieza no le pagan. Los pegotes parecen ancestrales. Da asco tocar algo allí. Asco da el ingreso.

Lo único que luce algo nuevo son los afiches que exigen en inglés la liberación de Álex Saab. Como si algún miembro del tribunal que tramita la causa del colombiano, ese que el régimen se apropió hasta hacerlo o decirlo como si fuera agente diplomático venezolano, fuera a transitar ni en sueños por el desvencijado y cochino tren caraqueño. Pensarán que existe otra forma más fácil de perder la vida. El señor que aparenta ser miembro de la Fuerza Armada con su uniforme de miliciano esmirriado hace que está despierto para calibrar el paso gratuito de todos. Su trabajo es estar allí. Porque seguridad no hay, como lo denota la cantidad de mendigos, vendedores ambulantes y pedigüeños que pululan en andenes y vagones. Como lo demuestra el permanente temor con los teléfonos celulares que debemos esconder entre lo más íntimo de cada ser, con el temor desproporcionado de que suene o vibre. Como lo demuestran los mensajes recurrentes que recomiendan por altavoz cuidar las pertenencias. Como lo demuestra el necesario uso de los morrales al frente para que no me extraigan nada al desgaire. El Metro también está embadurnado de gris, por cierto.





Pudiera seguir describiendo la oscura realidad por muchos párrafos. El calor insoportable, las puertas que permanecen abiertas o que no abren ni queriendo, el olor impregnando en cada vagón, en cada piso, en cada techo. Paredes mohosas, cundidas de filtraciones, pedazos levantados de gomas o de cerámicas. Recientemente, este año, quien se apropió de la presidencia de la República hizo un llamado a la atención de este medio de transporte, sin duda el más popular capitalino y se vieron cuadrillas con intensidad echándole una mano pasajera que daba a pensar en una posible recuperación. De allí, de la apariencia, no pasó.

No salgo de una convicción: odian a Caracas. Odian cualquier cosa o persona que huela o transpire libertad, odian la cuna de la libertad americana. Odian y se ensañan con la ciudadanía de este país a la que quieren seguir sometiendo. No es extraño que quien gobierna la ciudad como producto de unas “elecciones” que fueron endoso no sea oriunda de este valle. No sienten ni padecen a la ciudad capital ni a sus habitantes. Desprecian el Ávila y todo lo que este cobija. De allí se extiende el desprecio a toda la nación. Un odio evidente, una saña que ha sido letal. Cuando recuperemos la nación de las manos forajidas, habrá que darle un inmenso apoyo a Caracas, al Ávila, a los habitantes. Y un buen comienzo será la recuperación del Metro. Símbolo de libertad que han destruido porque como imagen no les interesa para nada verlo funcionando a cabalidad. Porque el Metro es demostración de lo que se hace en una democracia por todos los ciudadanos. Y esa imagen la tiranía tiene la obligación de acabarla porque va en andenes maltrechos su supervivencia despótica. El Metro representa y enrostra la inutilidad del despotismo de Nicolás Maduro y sus secuaces.