Elección presidencial en Venezuela: Cada acta, un testimonio y una fe de vida

Elección presidencial en Venezuela: Cada acta, un testimonio y una fe de vida

 

Testigos guardando el acta de escrutinio en un librito de la Constitución o en un bolsillo del pantalón, protegida como algo sagrado.





Por Albor Rodríguez y Raylí Luján / La Vida de Nos

Una de esas testigos, de un barrio de Caracas, que se encomienda a la Virgen María porque cree que necesitará compañía divina, camino a su centro electoral, donde siempre ha ganado el chavismo y ella misma votó tantas veces por ellos.

Gente de la comunidad llevándoles una empanada, un café, una vianda de arroz con pollo.

Votantes, afuera de sus centros, exigiendo que se les permita a los testigos firmar el acta, estar en el conteo y la transmisión de los datos, y que les sea entregada la copia del documento que les correspondía por derecho.

Votantes —vecinos de toda la vida— escoltando a los testigos hasta un lugar seguro para ellos y para las actas.

Las actas, pasando de mano en mano, sigilosamente, hasta que llegaran a donde tenían que llegar, algunas llevadas a toda prisa en moto con el riesgo de que volaran por los aires.

Gente cantando los resultados de su mesa, aplaudiendo, llorando de alegría porque ganó el opositor Edmundo González Urrutia, y luego inundando las redes sociales con los videos del momento grabados con luz tenue.

Gente empapelando el mural de la plaza Sadel de Las Mercedes, en Caracas, con las actas impresas en grande, encabezadas con fotografías de las víctimas de la represión, dejando escuchar el susurro de la paz activa como forma de protesta.

Y así.

Robert Putnam, un académico estadounidense, se preguntó por qué algunos gobiernos democráticos triunfan y otros fracasan. En su libro Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy (1994), hizo un análisis comparativo de la calidad de la democracia en distintas regiones de Italia, todas arropadas por la misma supra-institucionalidad. Y una de sus conclusiones fue que lo que define la calidad de una democracia (y la prosperidad económica) es la cultura democrática de los ciudadanos.

Esto, que puede nombrarse de muchos modos (humanismo cívico, ciudadanía virtuosa, espíritu comunitario, redes de asociación, confianza y cooperación, inteligencia colectiva), ¿acaso no fue lo que se reveló en las elecciones presidenciales del domingo 28 de julio en Venezuela? ¿No podría describirse así todo ese engranaje que se tejió para la defensa del voto? ¿Eso que fue organización política bajo un liderazgo que logró aglutinar miles de voluntades ciudadanas?

Son muchas las historias que muestran que esta no fue una elección más, que fue un proceso del que muchos ciudadanos se apropiaron y que habla —dice Carmen Beatriz Fernández, aguda experta en comunicación política— de una cultura cívica y un tejido social muy vigorosos.

Son muchas las historias.

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